Cristina Fernández se mostró feliz con los popes de la UIA, en el Día de la Industria. Ignacio de Mendiguren, de la entidad fabril, dio un discurso amigable con el gobierno. La UIA es el lobby de los monopolios industriales.
EMILIO MARÍN
La Unión Industrial fue fundada en oficinas prestadas por la Sociedad Rural Argentina, por lo que -de movida nomás- se supo que sus aires industrialistas deberían congeniarse con los mugidos de vacas y toros campeones de Palermo. Los primeros rescataron más a Carlos Pellegrini y los segundos a Bartolomé Mitre y el general Roca, pero ambos idealizaron a la Generación del ´80 y se unieron en los festejos del Centenario.
A veces hay cornadas entre bueyes. Este puede ser uno de esos momentos. La Unión Industrial con la presidencia de Ignacio de Mendiguren aparece como cuasi oficialista, en tanto la SRA de Hugo Biolcati sigue velando las armas de algún futuro lock out por defender intereses sojeros.
Cuando inauguró en julio la 125º Exposición Rural de Palermo, Biolcati bajó una línea confrontativa y apeló a la gauchocracia para votar contra el gobierno.
De Mendiguren, en cambio, festejó el Día de la Industria en Tecnópolis, con un discurso afín al gobierno nacional, con la presidenta como invitada estrella. CFK confesó que era la primera vez que, en circunstancias parecidas, no tenía nada que refutar al discurso precedente.
Biolcati también estaba en Tecnópolis, pero era casi un infiltrado. Un solitario. Nadie quería verlo sentado a su mesa, no tanto por los viejos lock out sino por sus lamentables declaraciones contra quienes votaron al oficialismo en las recientes primarias.
La brecha abierta entre la Unión Industrial y la Sociedad Rural es en lo táctico favorable al gobierno y en general a los intereses de la mayoría de la población. Aislada políticamente, la Mesa de Enlace tendrá más divisiones internas alentadas por el ministro de Agricultura, Julián Domínguez. Y le será muy difícil volver a lanzar paros patronales como los convocados a principios de año pretextando la situación de los productores de trigo.
En general la Unión Industrial siempre tuvo un costado más político, que también podría llamarse más oportunista- para no enfrentarse tan de punta contra los gobiernos peronistas. En 1973, por ejemplo, aceptó incluirse -subordinada- en la CGE conducida por el ministro José Ber Gelbard y Julio Broner. Con el golpe de Estado de 1976 reasumió su rol hegemónico y procesista, con Eduardo Valentín Oxenford, luego ministro de Industria del dictador Roberto E. Viola.
Esa apelación a la historia debería refrescar algunas memorias de funcionarios que pueden estar soñando con poner definitivamente de su lado a la central industrial. Están equivocados. La UIA es lo que fue y es: una cámara de los monopolios nacionales y extranjeros con anclaje en la industria y otros rubros de la economía.
Por eso fue parte de la APEGE (Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias) que llamó al lock out patronal preparatorio del cuartelazo de Videla y José A. Martínez de Hoz. Justamente "Joe" personificó esa confluencia monopólica pues fue titular de la Sociedad Rural y a la vez presidente de Acindar. Creer en las bondades nacionales y democráticas de la UIA es meterse bajo las sábanas y apagar la luz teniendo al enemigo al lado.
Historia y actualidad.
Algunos lectores pueden creer que esas referencias a la UIA son historia vieja y que ahora hay una entidad acorde a los tiempos. El archivo no miente.
En el marco de su pelea contra el gobierno nacional, las patronales del campo se reunieron en marzo del año pasado con los dirigentes de UIA y AEA. "En representación de la UIA, los señores Miguel Acevedo, Vice 1º; Luis Betnaza, Vice 2º; Adrián Kaufmann Brea, Vice 4º; y José Ignacio de Mendiguren, Secretario. En representación de la Asociación Empresaria Argentina, su Presidente, Jaime Campos; los Vicepresidentes Luis A. Pagani, Carlos Miguens y Cristiano Rattazzi", consignaba la crónica de esa reunión. El "palo" contra una presidenta supuestamente "crispada" vino cuando ruralistas e industriales plantearon "la necesidad de promover en la Argentina un ejercicio permanente e intenso del diálogo entre todos los sectores de la vida nacional". Según ellos, Cristina era enemiga del diálogo...
En la AEA y la UIA hay empresarios con doble afiliación, como Kaufmann (Arcor), Betnaza (Techint), Bagó, Víctor Klima (Volkswagen), Federico Nicholson y Luis María Blaquier (Ledesma), Enrique Pescarmona (IMPSA), Aldo Roggio, Carlos Bulgheroni (Bridas), Jaime Campos (Aceitera G. Deheza), Cristiano Rattazzi (Fiat), Alfredo Coto (Supermercados) y muchos más.
Si se entra a la página de la Unión Industrial verá desfilar la propaganda de esas firmas y otras como Asociación de Fabricantes de Cemento Pórtland, Pan American, CILFA, Aluar, Alpargatas, CAEM (Cámara de Empresarios Mineros), Adimra, FATE, OSDE, Peugeot-Citroën, Banco Galicia y ABA (Asociación de Bancos Argentinos).
Esa última, agrupa a los bancos extranjeros, tan foráneos como las empresas que organizaron la Conferencia del Consejo de las Américas, el 31 de agosto en el Alvear Palace Hotel: Citibank, Monsanto, DHL, Microsoft, Barrick Gold, JP Morgan, NEC, Pepsico, Financial Times y AES. Los co-organizadores locales eran todos del gran capital, como AEA, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham), Sector Privado de las Américas (SPA) y por supuesto, la UIA.
Esos monopolios nacionales y extranjeros no son "la Industria", del mismo modo que la Sociedad Rural y la Mesa de Enlace no son "el Campo". Son una fracción de las clases dominantes, enfrentada con los intereses nacionales, populares, de los trabajadores y hasta de una parte de las industrias (pequeñas y medianas), que también sufren la competencia desigual de los pulpos.
¿Intereses coincidentes?
En la cena de Tecnópolis hubo grandes coincidencias que incluyeron a Hugo Moyano, secretario de la CGT. La base de esa convergencia la dio el titular de la UIA, cuando destacó que en los últimos años la industria argentina duplicó su capacidad instalada, triplicó sus exportaciones y creó más de 500.000 nuevos puestos de trabajo formales.
En esa misma onda positiva, subrayando los avances cuantitativos del sector, la jefa de Estado recordó que los objetivos del Plan 2020 son duplicar el PBI industrial, crear otro millón y medio de puestos de empleo y reducir aún más la desocupación, al 5 por ciento.
En comparación con la década menemista, el crac de la Alianza y la devaluación del duhaldismo, aquellos números se prestan a la celebración. El país está mucho mejor que entonces y el resultado de las primarias del 14 de agosto puso en claro cuál es el balance de la mayoría del electorado.
Pero también hay que ver un poco debajo de la superficie de esos números, para saber si este crecimiento sirve de base a un desarrollo independiente.
Y allí aparecen las dudas y críticas, porque la mayor parte de ese aumento del PBI va en beneficio de las grandes empresas. La última estadística del Indec en la materia reveló que sobre las 500 firmas más importantes, 324 son extranjeras y 176 nacionales. Estas últimas, por supuesto, no son Pymes sino asociados de la UIA...
La ministra Débora Giorgi informó que "el sector que más creció desde 2003 fue el automotriz, que se incrementó en un 420% a hoy y que este año alcanzará una producción récord de 850 mil unidades". Le faltó puntualizar que las diez empresas terminales asociadas en Adefa son extranjeras.
Lo más preocupante de la palabra presidencial fue su afirmación de "que no hay intereses más coincidentes que el de los empresarios con los trabajadores". En otros actos ella había dado en la tecla, al advertir que había intereses contrapuestos y que era legítima la puja, que la democracia es disenso, etc.
La historia demuestra que entre uno y otro sector hay una contradicción básica, de clase, aún cuando el kirchnerismo trate de armonizarla. La UIA proponía aumento del 15 por ciento del salario mínimo y la CGT-CTA del 41. La CGT avala el proyecto de Héctor Recalde para que las empresas distribuyan el 10 por ciento de las ganancias, y la UIA lo boicoteó. Las grandes patronales impulsaron las privatizaciones, en tanto los trabajadores más patriotas las resistieron. La UIA y sus aliados no aceptaron ser parte de los festejos del Bicentenario, los trabajadores sí. De Mendiguren y el lobby industrial estuvo en contra de la ley de medios, que los trabajadores apoyaron.
El "fifty-fifty" de la presidenta, para el capital y el trabajo, ya era una zoncera de las que podría haberse ocupado don Arturo Jauretche. Pero del discurso de Tecnópolis surge otra fábula peor: no hay mitades iguales, el 100 por ciento sería de todos y todas, pues somos argentinos. A actualizar el Manual de zonceras argentinas...
http://www.laarena.com.ar/opinion-para_el_progresismo__piropo_de_uia_es_como_dormir_con_el_enemigo-65102-111.html
1 comentario:
Es nuestro país..El país que venimos construyendo de generación en generación,(sacando las primeras que construyeron un gran país con su trabajo y sacrificio)las demás construimos en cada elección..Es ahí donde se comienza a construir un gran país...Si no aprendemos a votar con sentido patriótico estamos listos....
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