Inés Aiuto y Hernán Scandizzo desde Buenos Aires
“Si uno toma en cuenta el balance hídrico general —entre lo que llueve, lo que se evapora y lo que se utiliza en la República Argentina—, globalmente es uno de los pocos países afortunados”, dice el geógrafo Vicente Di Cione, profesor de las universidades de Buenos Aires (UBA) y Tres de Febrero.
Efectivamente el volumen anual disponible por habitante en Argentina es de 22,500 m³/hab, mientras que el límite de escasez —estrés hídrico— adoptado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es de 1,000 m³/hab.
“Pero esto no significa que la geografía del país sea homogénea, por lo cual hay lugares donde escasea y escaseó el recurso históricamente, que son las zonas áridas”, agrega.
Las regiones áridas y semiáridas —que comprenden la Patagonia (con excepción del corredor andino) y las provincias del centro-oeste, oeste y noroeste (con excepción de las delgadas franjas de ecosistema de yungas en Jujuy, Salta, Tucumán y Catamarca)— representan el 61% del territorio y en algunas de ellas existen valores de disponibilidad inferiores al piso propuesto por el PNUD.
En tanto, en las zonas húmedas o semihúmedas —principalmente noreste y centro este de Argentina—, la disponibilidad tampoco implica que el recurso se encuentre en óptimas condiciones. El vertido de desechos industriales y cloacales con escaso o nulo tratamiento, la lixiviación de basurales, el uso intensivo y extensivo de agroquímicos y la sobreexplotación de acuíferos para riego complementario, constituyen una grave amenaza a su calidad.
“‘Estamos rodeados de agua’, esa es la visión que todo el mundo tiene, que la Argentina es excedentaria en el recurso”, dice Di Cione, agregando que esta idea ha impedido que la preservación del agua sea tema prioritario no sólo de las autoridades sino del conjunto de la sociedad.
“El problema es que se suman una serie de actividades; tiene que ver con esta visión de desarrollo indefinido: parecería que no hay limites para el desarrollo y, por lo tanto, para la utilización de los recursos”, subraya el geógrafo, poniendo como ejemplos la gran minería y la expansión de la frontera agraria, “el modelo sojero, fundamentalmente”.
Agricultura contaminante
En la década de 1990 la producción agrícola se reconvirtió al cultivo de soja transgénica, que actualmente supera las 17 millones de hectáreas, más de la mitad de la superficie cultivable del país. La “sojización” profundizó la aplicación de agroquímicos —herbicidas, fertilizantes y plaguicidas— para aumentar el rendimiento. Los impactos de este modelo ya se manifiestan en los acuíferos de la pampa húmeda.
El Acuífero Puelche, el más importante de Argentina, comprende un tercio de la provincia de Buenos Aires —su ángulo noreste—, la mitad de Santa Fe y fracciones menores de Córdoba y Entre Ríos. Se estima que alberga 300 billones (millón de millones) de litros y es el único aún potable de los seis que existen bajo la pampa húmeda. Sin embargo, este año, la justicia federal de La Plata —capital de la provincia de Buenos Aires—, inició una investigación por la presencia de nitratos superiores a los niveles permitidos en el agua de red de la ciudad, que proveniene de esa fuente.
Un informe sobre aguas subterráneas en Argentina, publicado en el año 2000 por el Banco Mundial (BM), afirmaba que en la provincia de Santa Fe ya para esa época se había producido “un notable incremento de la extracción de agua subterránea por el sector agrícola para el riego complementario de cereales”, y advertía que “los fertilizantes y pesticidas, ampliamente utilizados para aumentar la producción, constituyen un serio riesgo de contaminación para los acuíferos”.
En mayo de este año, el ministro santafecino de Aguas, Servicios Públicos y Medio Ambiente, Antonio Ciancio, aseguró que el gobierno local tiene expectativas en que se encuentre un acuífero alternativo al Puelche durante la exploración de hidrocarburos que realizará la empresa española Repsol-YPF. En el convenio firmado entre la petrolera y el Ejecutivo provincial, la primera se compromete a suministrar la información sobre aguas subterráneas que surja de sus operaciones.
El hecho es que dicho acuífero, que es la principal fuente de aprovisionamiento de la provincia, enfrenta la grave contaminación anticipada por el BM, y la provincia no dispone de los recursos para poner en marcha las posibles soluciones: construir un acueducto para derivar aguas del río Paraná a todo su territorio o buscar nuevos acuíferos. En ese marco aparece Repsol-YPF con la intención de hacer exploración y el gobierno acepta, esperanzado en encontrar hidrocarburos —que sumen algunas regalías— como en hallar agua.
En ese sentido, la falta de presupuesto de las universidades públicas, centros de investigación y organismos de control impide que se realice un adecuado monitoreo de las aguas subterráneas y superficiales, requisito básico para su resguardo.
“En general la contaminación, teóricamente, existe; el tema es si se elimina naturalmente, si se diluye, hasta dónde puede llegar, de qué manera puede atenuarse, etc.”, explica Jorge Santa Cruz, profesor titular de Hidrología Continental de la UBA. “Para poder tener alguna estadística confiable se necesitan monitoreos continuos, con mediciones a lo mejor bastante costosas, y muchas veces se cortan los presupuestos para los estudios. Hay ciertas prioridades [en estas instituciones], y cuando hay que cortar [gastos], se corta en lo que quizá sea menos ‘urgente’, que pueden llegar a ser los estudios”.
Soja desplaza al ganado
La rentabilidad de la soja introdujo cambios en la ganadería —que ha sido relegada como puntal de la economía argentina— a fin de ampliar su cultivo en la pampa húmeda. Uno de ellos fue el desplazamiento de la producción ganadera a zonas marginales; otro, la proliferación de engordes a corral o feed lot, que implica sacar los animales del campo y encerrarlos en pequeñas superficies. Este fenómeno se produce principalmente en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
Saladillo, en el centro de la provincia de Buenos Aires, es considerada la “capital nacional del feed lot”, donde funcionan más de una docena de establecimientos por los que pasan alrededor de 100,000 vacunos al año. En ese distrito el grupo ambientalista Ecos lleva adelante una campaña para erradicar los corrales de engorde.
“El sentido común indica que los feed lot son un modelo peligroso, sobre todo para nuestra zona, la cuenca del río Salado”, afirma Gabriel Arisnabarreta, miembro de la agrupación, en referencia a la permeabilidad del suelo, precipitaciones y humedad ambiente. “Cuando llegan las lluvias, arrastran el estiércol, contaminando con nitritos y nitratos —perjudiciales para la salud humana y la biodiversidad— los arroyos y las napas”, sostiene el Informe feedlot elaborado por Ecos en el 2009.
También, como correlato del modelo sojero, se produjo una ampliación de la frontera agrícola sobre el bosque nativo. En la última década el país perdió 2.5 millones de hectáreas de masa boscosa. Estos ecosistemas son fundamentales en la regulación del ciclo hidrológico, por retener el agua en épocas de lluvia para luego liberarla a la atmósfera. Greenpeace Argentina —entre otras organizaciones ambientalistas— ha vinculado las inundaciones ocurridas en los últimos siete años en el norte del país con la deforestación. —Noticias Aliadas.
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