PRENSA DE FRENTE
Pero nunca ha sido tan visible como ahora: la agenda de los últimos años ha estado cargada de encuentros con la Barrick Gold, siempre con los Gioja como maestros de ceremonias. A la par de esos contactos, el gobierno ha sostenido una política activa a favor del sector, que concentra a grandes empresas, en su mayoría de capitales norteamericanos y británicos. El contenido del proyecto kirchnerista abre serios interrogantes sobre el carácter nacional y popular de su política, tema tabú para los medios oficialistas.
El miércoles 14 de julio, la Cámara de Diputados volverá a tratar una norma sobre la protección a los glaciares. El debate se da en un marco de una creciente disputa a nivel mundial por el agua, un bien cada vez más escaso en calidad y cantidad.
En octubre de 2008, el Congreso nacional sancionó una ley impulsada por Marta Maffei y Miguel Bonasso, destinada a la “protección de los glaciares y del ambiente periglacial, con el objeto de preservarlos como reservas estratégicas de recursos hídricos y proveedores de agua de recarga de cuencas hidrográficas”. El objetivo principal de la ley era detener las actividades mineras en la Cordillera de los Andes. A partir de la reforma al código minero de los 90, en nuestro país existe una avanzada territorial de la “diplomacia económica”, que lleva a preguntarse si no estamos viviendo un nuevo Potosí, del siglo XXI. Las actividades mineras, con su paradigma productivo de cielo abierto y lixiviado con cianuro, trae graves efectos para la salud de las personas, la integridad del paisaje y las producciones regionales. Entre las consecuencias más nocivas está la contaminación de grandes cantidades de agua, el recurso principal de la explotación.
Sin abundar en argumentos, y en medio de numerosos encuentros con las empresas del sector que son, a su vez, corporaciones gigantes a nivel mundial, la presidente Cristina Fernández de Kirchner vetó la ley a pocos días de sancionada, en noviembre de 2008. Después, el senador oficialista Daniel Filmus presentó otro proyecto de ley, idéntico en muchos aspectos al de Maffei y Bonasso pero muy distinto en asuntos claves: fundamentalmente, en el alcance del patrimonio a proteger, lo que lleva a especialistas a caracterizar que “la posible sanción definitiva de este proyecto de ley resulta un insalvable escollo jurídico porque termina de legitimar las actividades actualmente en ejecución sobre las áreas que supuestamente protege. Es decir que resulta preferible, para eventuales acciones judiciales que busquen la protección de los glaciares y el ambiente periglacial, que no exista ninguna norma antes que la sancionada por el Senado”, como señalan Javier Rodríguez Pardo, de la Unión de Asambleas Ciudadanas y Enrique Matías Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas (AAdeAA). Esta última organización realizó un estudio comparativo entre ambos proyectos de ley, con conclusiones lapidarias sobre las intenciones de Filmus.
Sin embargo, el proyecto oficialista fue aprobado en Senadores en octubre del año pasado y ahora llega a Diputados para enfrentarse al de Bonasso, que mantiene su propuesta original y viene disparando munición gruesa contra Filmus y el gobierno, de quien fuera aliado hasta hace poco tiempo.
Relaciones carnales
El 26 de junio pasado, en ocasión del viaje a la reunión del G20 en Canadá, Cristina Fernández participó de una reunión de cuatro horas organizada por el CEO de la Barrick, Peter Munk, un octogenario de vasto curriculum en los grandes lobbys y negocios internacionales, vinculado, entre otras historias, a la matanza de miles de personas en Congo, Ruanda y Burundi. Si bien fue difundida en la agenda oficial de la Presidencia, la reunión con el presidente de la Barrick no fue tan comentada en medios oficialistas, que sí destacaron los aplausos que le brindaron los trabajadores de la Confederación Sindical Internacional en Vancouver y la corrida por izquierda a Sarkozy en el foro del G20. Tal vez prefirieron no comentar la foto en la que se veía a Munk, Cristina, y detrás suyo, las banderas de Canadá y Argentina y al mismo nivel, la de la Barrick.
No fue este el primer contacto de alto nivel entre las partes, como ella misma lo recordó en la posterior conferencia de prensa, donde se refirió a los directivos de la compañía con familiaridad. De acuerdo a la desgrabación del sitio oficial de la Presidencia, Cristina explicó textualmente que “cuando Piterman (sic) me visitó allá por el 2008, creo, si mal no recuerdo, era un proyecto que estaba demorado hacía unos años y pudimos finalmente arribar a un acuerdo entre Chile y Argentina para que este proyecto se llevara adelante y fuera aprobado por el Bord de Barrick, que, como ustedes saben, es la principal minera de oro en el mundo”.
En abril del año siguiente la presidente Fernández de Kirchner recibió a Munk en la Casa de Gobierno. Poco después, en mayo de 2009, Aaron Regent y Kevin Dulcinsky -dos altos funcionarios de la compañía que también estuvieron este 26 de junio en el hotel Westing Harbour Castle de Toronto- volvieron a visitar la Casa Rosada y desde allí anunciaron la puesta en marcha de Pascua Lama. Unos meses más tarde, en septiembre de 2009, Cristina visitó el Council of Américas, en Estados Unidos, y volvió a encontrarse con directivos de la Barrick, a los que agradeció públicamente, recordando que “es la inversión minera más grande del mundo pero con una novedad: es el primer proyecto minero a escala global de carácter binacional, no es un proyecto en donde la Barrick negocia con Argentina únicamente, sino que es un proyecto entre Argentina y Chile como ente binacional, que realmente ha demandado un diseño institucional sin precedentes en la historia minera internacional”.
Apenas unas semanas después, a fines de octubre de 2009, Cristina colocó una ofrenda floral en la tumba de O’Higgins junto a su par chilena, Michelle Bachelet, donde recordó al patriota chileno, a San Martín y firmó el Tratado Binacional de Maipú. En la oportunidad volvió a destacar que “Pascua Lama es un caso único en el mundo, donde además lo novedoso es la ingeniería institucional que implica un gran esfuerzo de ambos países porque en minería nunca se había hecho una cosa así en el mundo. Habían diferencias y luego pudimos ponernos de acuerdo para llevar las cosas adelante”.
Con este recorrido, no llama la atención el último encuentro de Toronto, donde tal vez se charló de la inminente discusión del proyecto de Filmus, que el oficialismo presenta como “superador” a pesar de las críticas que se le hacen desde los más diversos sectores.
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