Entrevista al economista heterodoxo de origen indio Amit Bhaduri
Bhaduri es un crítico de las reformas estructurales y las asimetrías generadas por la globalización. Su preocupación está puesta en la importancia del mercado doméstico y el rol central del Estado para alcanzar el pleno empleo.
“El neoliberalismo es una visión del mundo fracasada”, sentenció Amit Bhaduri, uno de los economistas heterodoxos más reconocidos del mundo. El especialista en crecimiento nació en la India y estudió en la Universidad de Cambridge. Bhaduri es un crítico de las políticas neoliberales de reformas estructurales y las asimetrías generadas por la globalización. Su preocupación está puesta en la importancia del mercado doméstico y el rol central del Estado para alcanzar el pleno empleo: “El crecimiento debe estar guiado por la demanda doméstica con suficiente espacio para que la acción pública logre y mantenga una tasa de empleo elevada”, explica. Bhaduri, que ahora se encuentra en Buenos Aires invitado por el Cefid-ar para dar una serie de conferencias, conversó con Página/12.
–Desde el establishment financiero internacional se asegura que la crisis ya terminó y que las economías avanzadas están volviendo a crecer, pero el de-sempleo sigue en ascenso a escala global. ¿Cómo se explica?
–Eso se debe a la forma en la que se crea el crecimiento. Se tiene que pensar en una estrategia donde el crecimiento sea una consecuencia del empleo y no al revés. El foco del Estado tiene que estar puesto en la creación de puestos de trabajo para los más pobres. En los últimos años, ningún gobierno de ningún país llevó adelante este tipo de medidas. En países como China, India, Brasil y Argentina, el crecimiento tiene que estar guiado por la expansión del mercado doméstico. Se tienen que encarar políticas distributivas más profundas y hay que crear riqueza desde el fondo de la pirámide y en forma descentralizada. Es indispensable que el Estado asegure un elevado nivel de empleo.
–¿Cómo se logra ese crecimiento del mercado doméstico?
–Existen dos formas que desarrollamos con Stephen Marglin. La forma capitalista y regresiva de impulsar el mercado doméstico es permitiendo que el crecimiento esté guiado por una expansión en las ganancias y la inversión. En la otra forma, cooperativa y progresiva, el crecimiento está tirado por aumentos en los salarios reales de los trabajadores y mejoras en la distribución del ingreso que debe ser acompañado por incrementos en la productividad. Ambos modelos impulsan el crecimiento, pero la primera depende más del mercado externo. En cambio, en el impulsado por salarios se tiene más control sobre las decisiones de política sin necesidad de preocuparse por si la inversión extranjera entra o sale, o crear un clima de inversión propicio para atraer a las grandes corporaciones multinacionales.
–Precisamente en Argentina existe una fuerte presión para que el Gobierno vuelva al mercado de crédito internacional y normalice sus relaciones con el Fondo Monetario Internacional.
–Esa suele ser la posición de los economistas neoliberales. Ellos tienen que decir esas cosas, pero la suya es una visión del mundo fracasada. Sus teorías sobre la eficiencia de los mercados financiero son las que nos llevaron a la crisis, no hay que seguir escuchándolos. Ninguna de sus propuestas funciona a menos que haya pleno empleo. Antes de pensar en aplicar las políticas neoliberales, hay que ser keynesianos. No se debe regresar a las viejas reformas liberalizadoras del mercado de trabajo y el financiero. En India sucede algo parecido, aunque no al extremo de Argentina en 1991-1992.
–¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en el proceso de globalización?
–Los medios se han encargado de difundir y moldear una especie de cultura popular en política económica, una “cultura adoradora del mercado”. Los medios presionan para que los gobiernos se comporten de acuerdo con las políticas económicas aceptadas y para que no se impulsen políticas de pleno empleo. En ese marco los gobiernos muchas veces prefieren no ir contra la corriente, olvidarse de la búsqueda del pleno empleo, y terminan adoptando la filosofía del mercado. Los gobiernos tienen la obligación de mostrar resultados, en cambio el mercado es como un dictador que puede continuar prometiendo sin cumplir.
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