Muy buenas!
En marzo de 2008, a partir de mi ponencia en un foro del que ambos participamos, Martín Carotti (geólogo con importantes intereses mineros auríferos) me hizo planteos similares a los de esta nota, a los cuales respondí. Realmente, no tengo ganas, ni creo que valga la pena, intentar volver a hacerlo ahora a través del diario Uno. Tampoco analizaré aquí en detalle sus numerosas confusiones y falacias.
La visión que expresa del mundo es maniquea, en blanco y negro; no parece considerar grises, rayas, colores ni otras opciones. Capitalismo neoliberal (Milton Friedman, Reagan, Thatcher, Dow Jones, etc) vs. Totalitarismos (Stalin, gulag, Pol Pot, Hitler y demás).
¿Será nomás, que la demanda solvente en el mercado expresa cabalmente lo que necesitamos 6.800 millones de seres humanos? ¿Y que la única alternativa a ese mercado, supuestamente libre, es anular la libertad de las personas?
"Lo que diferencia a una sociedad pobre y subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de artículos suntuarios." Tal cual lo dijo en ese foro. No sé cuántos capitalistas se animan a expresar de modo tan crudo esa su visión del objetivo de la economía, y creería que de la vida misma.
Saludos cordiales! - Marcelo
Opinión
Martín Carotti, Geólogo
21-09-2009
Martín Carotti, Geólogo
Un subdesarrollo sustentable
Los grupos conservacionistas plantean una oposición constante a los proyectos de explotación industrial y minera, ignorando las probables consecuencias.21-09-2009
Los grupos conservacionistas, en supuesta defensa del “desarrollo sustentable”, siguen presentando una oposición sistemática a emprendimientos industriales y mineros. Proyectos como San Jorge y Potasio Río Colorado son atacados, a pesar de cumplir con la ley 7.722, ley mendocina que prohíbe la utilización en minería de cianuro y sulfúrico, insumos que siguen siendo utilizados en varias otras industrias de la provincia, como el sulfúrico en la refinación de petróleo, y el cianuro en la clarificación de vinos, vinagres y mostos, galvanoplastia y metalurgia.
A pesar de no existir ninguna evidencia de contaminación ambiental en las minas activas en el país, el conservacionismo ha instalado en la mitología popular que la minería es contaminante y no es ambientalmente sustentable. ¿Por qué lo hace?
¿Qué es el desarrollo sustentable? Según la definición de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo es “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Esta definición abarca tres dimensiones: la económica, pues hablamos de desarrollo; la social, con beneficio a la comunidad, y la ambiental, referida al impacto sobre la naturaleza.
¿Es esto de lo que hablan los conservacionistas?, ¿les preocupa realmente el desarrollo económico y social preservando el medio ambiente?
Producir y consumir sólo lo necesario... El discurso conservacionista nos plantea la necesidad de consumir y producir sólo aquellas cosas necesarias; idea atractiva, que merece ser estudiada en detalle. Como paradigma de lo superfluo, nos presentan al oro. Considerar el consumo de oro como prescindible y suntuario es similar a tomar al turismo, la industria del automóvil, cosmética, vitivinicultura, bebidas o de la indumentaria y moda como innecesarias. Efectivamente, el ser humano puede sobrevivir con menos oro, sin turismo, sin vino, con tres modelos básicos de ropa, tomando agua y leche, y usando medios públicos de transporte. De hecho, un sudanés o un etíope, producen, consumen y están rodeados de bienes y servicios casi absolutamente imprescindibles. Un sueco, un alemán o nosotros mismos, producimos, consumimos y estamos rodeados de mayoría de productos prescindibles. Lo que diferencia a una sociedad pobre y subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de artículos suntuarios.
Ya existe un mecanismo muy eficiente que determina qué bienes y servicios son necesarios, y las cantidades en que deben ser producidos. La libre concurrencia de consumidores y productores establece los niveles de precio de cada bien o servicio y determina la oportunidad y necesidad de incrementar o disminuir su producción, a partir del interés o no de los consumidores, de lo que estén dispuestos a pagar por ellos.
Los conservacionistas plantean remplazar este sistema por algún consejo de notables, asambleas populares o algún otro tipo de cuerpo colegiado que establezca cuáles son las “necesidades reales” de consumo y producción de los bienes. Quieren sustituir la libre elección de cada individuo, por el dictamen de un grupo de gente que se atribuye la capacidad de decidir por nosotros. Obviamente, para que esa decisión tenga efecto debe contar con el poder coercitivo del Estado.
Ese experimento ya se hizo a escala mundial, duró más de 70 años en el siglo pasado y abarcó a la URSS y países de su órbita, se llama “economía centralmente planificada”. Culminó en un rotundo fracaso político- económico y en una catástrofe ambiental. Y no sólo hablamos de Chernobyil, entre los desastres también están Norilsk, Bakú y la Península de Kola. Experimentos menores, pero con resultados parecidos, se realizaron en otros estados totalitarios, con el fascismo en Italia y Alemania, o la Camboya de Pol Pot.
La historia nos muestra que siempre que se anulan las libertades económicas de la gente, el resto de las libertades públicas también desaparecen. Cuando algún grupo de notables, nomenclatura, soviets, partido o asamblea, utilizando el poder coercitivo del Estado impone qué y cuánto se produce y consume, el Estado se convierte en el actor más importante de la economía y eso condiciona todas las demás libertades, hasta las más elementales: de expresión, de tránsito, de reunión e incluso religiosa. El siglo pasado nos muestra tristes ejemplos de ello, con millones de muertos, que empalidecen las catástrofes ambientales provocadas, ante las que nadie podía hacer manifestación alguna de protesta.
Deseo creer que en su ingenuidad, los conservacionistas ignoran las consecuencias de lo que nos están proponiendo.
¿O es que entienden otra cosa por “desarrollo sustentable”?
Jorge Orduna, en su libro Ecofascismo nos da la respuesta: para esta gente el problema de la eventual contaminación es secundario, van mucho más allá. En el concepto de “desarrollo sustentable” que ellos manejan, la parte de desarrollo pasa a un segundo plano, sólo les importa lo “sustentable” en su ideal conservacionista y no les preocupa la marginación, el desempleo o la pobreza. Consideran que la única forma de hacer sustentable nuestro planeta es impedir el desarrollo económico, para que no se agoten los recursos. Ven como un verdadero problema que decenas de millones de personas se incorporen a la vida digna y al consumo cada año en China, en la India, en Vietnam o en nuestra América del Sur. Entienden que eso presiona sobre los recursos y sobre el ambiente. Esta ideología, que nace en las sociedades desarrolladas, desea preservar para los que ya viven bien los paisajes, el ambiente y los recursos, para su disfrute. La incorporación de gente a la vida digna pone en peligro su mundo, y eso es lo que quieren conservar.
Como dice Orduna, estos militantes del subdesarrollo consideran que el trabajo infantil, “cazar monos con arco y flecha, tejer con telares manuales, prostituirse a los turistas es desarrollo sustentable”. Para ellos, el mismo desarrollo económico no es sustentable, porque genera mayor consumo de recursos y produce contaminación. Ven al desarrollo, como el enemigo a combatir. Serían mucho más sinceros si llamaran a las cosas por su nombre y explicaran que en realidad nos proponen un “subdesarrollo sustentable”.
A pesar de no existir ninguna evidencia de contaminación ambiental en las minas activas en el país, el conservacionismo ha instalado en la mitología popular que la minería es contaminante y no es ambientalmente sustentable. ¿Por qué lo hace?
¿Qué es el desarrollo sustentable? Según la definición de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo es “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Esta definición abarca tres dimensiones: la económica, pues hablamos de desarrollo; la social, con beneficio a la comunidad, y la ambiental, referida al impacto sobre la naturaleza.
¿Es esto de lo que hablan los conservacionistas?, ¿les preocupa realmente el desarrollo económico y social preservando el medio ambiente?
Producir y consumir sólo lo necesario... El discurso conservacionista nos plantea la necesidad de consumir y producir sólo aquellas cosas necesarias; idea atractiva, que merece ser estudiada en detalle. Como paradigma de lo superfluo, nos presentan al oro. Considerar el consumo de oro como prescindible y suntuario es similar a tomar al turismo, la industria del automóvil, cosmética, vitivinicultura, bebidas o de la indumentaria y moda como innecesarias. Efectivamente, el ser humano puede sobrevivir con menos oro, sin turismo, sin vino, con tres modelos básicos de ropa, tomando agua y leche, y usando medios públicos de transporte. De hecho, un sudanés o un etíope, producen, consumen y están rodeados de bienes y servicios casi absolutamente imprescindibles. Un sueco, un alemán o nosotros mismos, producimos, consumimos y estamos rodeados de mayoría de productos prescindibles. Lo que diferencia a una sociedad pobre y subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de artículos suntuarios.
Ya existe un mecanismo muy eficiente que determina qué bienes y servicios son necesarios, y las cantidades en que deben ser producidos. La libre concurrencia de consumidores y productores establece los niveles de precio de cada bien o servicio y determina la oportunidad y necesidad de incrementar o disminuir su producción, a partir del interés o no de los consumidores, de lo que estén dispuestos a pagar por ellos.
Los conservacionistas plantean remplazar este sistema por algún consejo de notables, asambleas populares o algún otro tipo de cuerpo colegiado que establezca cuáles son las “necesidades reales” de consumo y producción de los bienes. Quieren sustituir la libre elección de cada individuo, por el dictamen de un grupo de gente que se atribuye la capacidad de decidir por nosotros. Obviamente, para que esa decisión tenga efecto debe contar con el poder coercitivo del Estado.
Ese experimento ya se hizo a escala mundial, duró más de 70 años en el siglo pasado y abarcó a la URSS y países de su órbita, se llama “economía centralmente planificada”. Culminó en un rotundo fracaso político- económico y en una catástrofe ambiental. Y no sólo hablamos de Chernobyil, entre los desastres también están Norilsk, Bakú y la Península de Kola. Experimentos menores, pero con resultados parecidos, se realizaron en otros estados totalitarios, con el fascismo en Italia y Alemania, o la Camboya de Pol Pot.
La historia nos muestra que siempre que se anulan las libertades económicas de la gente, el resto de las libertades públicas también desaparecen. Cuando algún grupo de notables, nomenclatura, soviets, partido o asamblea, utilizando el poder coercitivo del Estado impone qué y cuánto se produce y consume, el Estado se convierte en el actor más importante de la economía y eso condiciona todas las demás libertades, hasta las más elementales: de expresión, de tránsito, de reunión e incluso religiosa. El siglo pasado nos muestra tristes ejemplos de ello, con millones de muertos, que empalidecen las catástrofes ambientales provocadas, ante las que nadie podía hacer manifestación alguna de protesta.
Deseo creer que en su ingenuidad, los conservacionistas ignoran las consecuencias de lo que nos están proponiendo.
¿O es que entienden otra cosa por “desarrollo sustentable”?
Jorge Orduna, en su libro Ecofascismo nos da la respuesta: para esta gente el problema de la eventual contaminación es secundario, van mucho más allá. En el concepto de “desarrollo sustentable” que ellos manejan, la parte de desarrollo pasa a un segundo plano, sólo les importa lo “sustentable” en su ideal conservacionista y no les preocupa la marginación, el desempleo o la pobreza. Consideran que la única forma de hacer sustentable nuestro planeta es impedir el desarrollo económico, para que no se agoten los recursos. Ven como un verdadero problema que decenas de millones de personas se incorporen a la vida digna y al consumo cada año en China, en la India, en Vietnam o en nuestra América del Sur. Entienden que eso presiona sobre los recursos y sobre el ambiente. Esta ideología, que nace en las sociedades desarrolladas, desea preservar para los que ya viven bien los paisajes, el ambiente y los recursos, para su disfrute. La incorporación de gente a la vida digna pone en peligro su mundo, y eso es lo que quieren conservar.
Como dice Orduna, estos militantes del subdesarrollo consideran que el trabajo infantil, “cazar monos con arco y flecha, tejer con telares manuales, prostituirse a los turistas es desarrollo sustentable”. Para ellos, el mismo desarrollo económico no es sustentable, porque genera mayor consumo de recursos y produce contaminación. Ven al desarrollo, como el enemigo a combatir. Serían mucho más sinceros si llamaran a las cosas por su nombre y explicaran que en realidad nos proponen un “subdesarrollo sustentable”.
7 comentarios:
Muchas gracias Marcelo por reproducir mi nota, que por lo visto no debe ser tan estúpida. Efectivamente expreso una visión del mundo diferente a la tuya, lo que no la hace estúpida, es simplemente distinta.
Que la pérdida de las libertades económicas conduce al menoscabo de las libertades individuales, no es idea mía. Ya Friedrich Engels en “El origen de la familia, propiedad privada y estado” nos decía que la forma de producción y apropiación de los bienes condiciona la estructura social y política. Ese trabajo es fruto de años de reflexión con Marx, sobre la concepción materialista de la historia. A partir de allí, Marx establece teóricamente y Lenín lleva a la práctica la socialización de los medios de producción y la dictadura del proletariado como el mecanismo para extinguir a la burguesía y llegar a construir el comunismo, la sociedad sin clases, en su ambicioso plan de ingeniería social. Obviamente, cuando se refieren a la socialización de los medios de producción en la etapa socialista, estos debieran quedar en manos del Estado, administrados por su vanguardia, el proletariado. La historia nos muestra que no llegaron al comunismo, y terminaron desarrollando nuevas clases sociales; pero lo que efectivamente lograron, fue eliminar las libertades individuales.
Desde la vereda de enfrente, y ya avanzado el siglo XX, Friedrich von Hayek, padre del liberalismo moderno, nos advierte sobre la contradicción entre la economía planificada y la libertad individual. En “Camino de Servidumbre” explica, a partir de los ejemplos del nazismo, de la Unión Soviética y de la Inglaterra de los años 30, como la pérdida de las libertades económicas nos lleva inevitablemente a la pérdida de las libertades individuales.
Las cosas se pueden también interpretar desde otra óptica que la antítesis capitalismo-socialismo. Los romanos tenían mucha más cosas suntuarias (arte, ciencia, música, política, moda, deportes, etc.) que los bárbaros del norte. Cuando una sociedad se desarrolla y enriquece, incrementa el consumo y producción de elementos suntuarios, y el tiempo para disfrutarlos.
Que un razonamiento no te guste, o no se ajuste a tus creencias, no alcanza para calificarlo de estúpido.
Saludos, Martín
La calificación de "estúpidas simplificaciones" no pertenece a Marcelo, es de mi autoría.
Pretender dar muestras de erudicción citando autores de teorías socio-económicas, avalando las explotaciones saqueadoras en manos de empresas transnacionales (puede leerse tambien imperiales) que castigan a nuestros pueblos desde la conquista y desconociendo la realidad cotidiana de las comunidades que padecen las consecuencias del declamado "progreso" y "desarrollo", son a mi entender "estúpidas simplificaciones".
Norberto Costa
En la nota sólo explico como funciona y las consecuencias de reemplazar la libertad del individuo, por la decisión de un grupo. Si no les gusta el resultado no es mi problema. La nota es meramente descriptiva, y cité a algunos autores y experiencias mundiales, para avalar el razonamiento.
En el libro de Orduna, también se pueden ver interesantes formas de ejercer el poder de las transnacionales.
Martín
Me llamó mucho la atención que Marcelo mencionara como ejemplos de personajes del “Capitalismo neoliberal (Milton Friedman, Reagan, Thatcher, Dow Jones)”, y me puse a buscar quién era el Sr. Dow Jones. No es nadie, es el nombre de un índice bursátil. El que si existió es Charles Dow hijo de un granjero, nacido en Sterling, Connecticut, en 1851. Su padre murió cuando tenía tan solo 6 años. Nunca terminó el colegio y se tuvo que poner a trabajar de obrero para ayudar a mantener a su familia.
Se hizo periodista, para “The Springfield Daily Republican” en 1872, trabajó para otros periódicos. En 1880 Dow trabajó de reportero en Nueva York, y luego en la agencia de noticias Kierman donde conoció a su colega de trabajo Edward Jones. Dow y Jones fundaron la compañía “Dow Jones Company”. Para 1883 la compañía Dow Jones emitía un boletín diario “The Customer´s Aftermoon Letter”, publicación de dos páginas considerada muy radical para los tiempos que corrían, ya que publicaba los precios de las acciones e información del balance de la compañía que anteriormente sólo estaban disponible para los “insiders”. No fue hasta 1934 cuando la Securities Act (ley de los valores) estableció que las compañías debían presentar trimestral y anualmente los estados contables en lugar de mantener informados a los inversores de forma pública, como se venía haciendo. La compañía Dow Jones publicó el primer índice, diseñado para que representara a la perfección los movimientos del mercado de acciones de la época, a dicho índice se le llamó Dow Jones.
Ese es el Señor Dow Jones………………
Acabo de leer la nota de este señor geólogo.
Una sola cosita señor experto. Y ya que le gusta andar fatigando cifras y números y esas cosas: la opción por otro estilo de vida, dentro de muy poco tiempo, será una opción de hierro. Por la simple y sencilla razón de que la tierra no nos podrá sustentar.
Porque como el señor debe saberlo somos una especie que sobrevive en condiciones bastante determinadas (así nos gusta decirlo a nosotros los utópicos). Dependemos del agua y del aire en unas condiciones y no en otras. Dependemos de alimentos en unas condiciones y no en otras. Rotas esas condiciones, nada más interesa. Por lo cuál el "desarrollo sustentable" es nada más que una coartada. Cosas así se charlan en estos días en Copenhage. En la esteril charla sobre cambio climático. Los países que no suscriben la reducción de emisiones son...si si si...adivinó...los países que más contaminan. Seguir basando la existencia de la especie humana en un sistema económico dedicado al consumo como motor es un suicidio. Pregúntele a Paul Krugman, premio nobel de economía, que de paso le va a contar sobre la ceguera de la ortodoxia económica que se oculta tras su artículo.
Dentro de poco no habrá muchas opciones.
Pero supongamos que yo intente hablar en términos neoliberales, de oferta y demanda, sobre el agua versus la minería. Cuando no haya agua, y en muchos lugares ya no hay agua, ¿qué elemento tendrá mayor valor económico? El oro no se puede tomar y con la plata y el cobre no se pueden hacer licuados.
Incluso desde ese mezquino ángulo es un mal negocio. Y si lo duda preguntele a las empresas privadas que organizaron el foro del agua en donde charlaron sobre cómo apropiarse del agua para su venta. Trate de recuperar Villavicencio. Verá el valor que tiene el agua.
No quiero sospechar de sus motivos, pero si del alcance de sus reflexiones.
Le voy a brindar el beneficio de la duda y pensaré que no ha sopesado todos los elementos de juicio necesarios.
Eso espero.
El Blog impecable.
Si lo que procupa es el agua y su contaminación lee esta nota:
LES INTERESA EL MEDIO AMBIENTE?
http://martincarotti.blogspot.com/2009/11/les-interesa-el-medio-ambiente.html
Este Carotti es un hijo de remilputas pagado para propagar sus mentiras y tratar de convencer a la gente con sus malabarismos ideológicos y numéricos... Por cierto, el señor también parece negar el calentamiento global, a juzgar por algunas entradas en su miserable blog
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