Cuando José Hernández vio la corrupción de su época, se dió cuenta que los amparos que el hombre da al hombre, generalmente están basados en la perpetuación del conflicto y la dependencia; son cambios aparentes, entonces dijo: SOLO DE DIOS HAY AMPARO. No olvidemos que ya con San Martín, para alcanzar la "independencia", tuvimos que cambiar la dependencia a los españoles, por la de los ingleses. Por lo tanto, la única liberación posible, es interior. A lo cual Hernández dijo: Adentro mesmo del hombre se hace una revolución, metido en esa prisión, de tanto no mirar nada, le nace y queda grabada la idea de la perfección. Néstor Almagro
La satelización cipaya
Mirada en perspectiva estratégica y realista la cumbre de UNASUR en Argentina, puede considerarse (con total propiedad) una farsa política: Los 12 países que se reúnen allí con una posición “crítica” hacia la “militarización USA” de Colombia, son miembros activos del dispositivo de control militar estadounidense de la región a través de su inserción orgánica en la guerra contra el “narcoterrorismo” impulsada y coordinada por el Comando Sur de EEUU.
Por Manuel Freytas (*)
En resumen, los países de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) que plantean la presencia militar de EEUU en Colombia como un foco de “conflicto regional”, tienen sus ejércitos, policías y servicios de inteligencia integrados (a nivel operativo y estratégico) a la hipótesis de “guerra contraterrorista” con que EEUU justifica su despliegue militar en la región.
La estrategia USA de control económico, político y social de América Latina, se complementa con la estructura operativa del control militar en la cual se insertan -a modo de satélites- los gobiernos, las fuerzas armadas y las policías de toda la región que operan bajo la acción coordinada de los planes de EEUU para América Latina.
Todos los ejércitos y policías locales, sin excepción (salvo Cuba), se alinean actualmente en las tres hipótesis de conflicto diseñadas por el Comando Sur para toda la región: Guerra contra el “terrorismo”, guerra contra las drogas, y guerra contra el “crimen organizado”.
En lo político, los gobiernos de UNASUR (tanto de izquierda como de derecha) se rigen por dos principios doctrinarios básicos establecidos por el Departamento de Estado USA en la región:1) defensa irrestricta del “sistema democrático” como marco de regulación política y social a nivel regional. 2) Programas de lucha contra el “terrorismo”, el “narcotráfico” y el “crimen organizado”, mediante convenios de cooperación suscriptos con Washington.
Hay un ejemplo reciente: el martes pasado, el Gobierno de Ecuador (presidido por el antiimperialista Rafael Correa) y EEUU suscribieron en Quito varios acuerdos de cooperación para la lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado y el delito trasnacional, según informó la propia cancillería ecuatoriana.
Increíblemente (y revelando un doble discurso político) estos instrumentos de cooperación se suscribieron en un momento en que EEUU ultima la salida definitiva (exigida por el gobierno de Correa) de una base militar de vigilancia antinarcóticos (FOL, por sus siglas en inglés), que mantenía desde hace diez años en la ciudad costera de Manta.
Las nuevas hipótesis de conflicto regional y las coordenadas de control militar-estratégico se trazan a partir de la estrategia global de la “guerra contra el terrorismo”, que reemplaza en la lógica doctrinaria imperial a la “guerra contra el comunismo” de la década del setenta y de la era reaganiana en Latinoamérica.
Bajo estas consignas, el Comando Sur a través de su Estrategia de Seguridad y Cooperación (Theater Security Cooperation Strategy) integró (salvo a Cuba) a todos los gobiernos y fuerzas armadas de la región a su diseño de estrategia continental orientada a preservar la “seguridad” y la “gobernabilidad democrática” de la región.
De esta manera, y a partir de la administración Bush, se produjo la nueva inserción operativa nivelada de las fuerzas armadas, las policías y los servicios de inteligencia regionales en la estrategia de “guerra contra el terrorismo”, combate contra el “narcotráfico” y el “crimen organizado”, de acuerdo con planes operativos e hipótesis de conflicto elaborados por el Comando Sur (Pentágono) y la CIA (inteligencia exterior USA), instrumentados mediante convenios militares y económicos de los gobiernos con Washington.
Sobre la base de esta nueva hipótesis de conflicto regional, todos los ejércitos y policías regionales participan (desigual y combinadamente) de ejercicios militares periódicos con las fuerzas del Comando Sur, y sus oficiales, tanto de nivel intermedio como de estado mayor, son entrenados por expertos militares y de inteligencia de EEUU.
Aunque no participan de ningún ejercicio militar conjunto con el Comando Sur, las fuerzas armadas, la policía y los servicios de inteligencia de Venezuela se integran al marco operativo de la guerra contra el “narcoterrorismo” y el “crimen organizado”, establecidos como la única hipótesis de “enemigo regional”, a partir de su elaboración estratégica por la DEA, la CIA, el FBI y el Comando Sur de EEUU.
En otras palabras, ningún ejército ni policía de los países que integran UNASUR cuentan con una hipótesis autónoma de conflicto con un “enemigo propio”, sino que se movilizan doctrinaria y operativamente en los marcos de la “guerra contraterrorista” que EEUU utiliza como argumento de sus estrategia de control geopolítico y militar de la región.
Todos los ejércitos y policías de los países sudamericanos, sin excepción (salvo Cuba), se alinean actualmente en las hipótesis de conflicto diseñadas por el Comando Sur para toda la región.
La estrategia del control militar con la “guerra contraterrorista” actúa como el sustento clave de la dominación económica, política y social de EEUU en América Latina.
En este escenario, cualquier investigación objetiva (y realista) sobre el proceso de desarrollo de la actividad militar y de los aparatos de seguridad de América Latina arroja invariablemente la siguiente confirmación: Los ejércitos, las policías y los servicios de inteligencia de los países regionales (salvo Cuba, y parcialmente Venezuela) mantienen (en diversos grados de desarrollo) relaciones de cooperación militar, entrenamiento, provisión de armas y de tecnología con el Comando Sur de EEUU.
De acuerdo con los propios informes del Comando Sur, oficiales latinoamericanos (tanto militares, como de seguridad e inteligencia, desarrollan cursos de “especialización” en más de 100 instituciones militares y de inteligencia de EEUU.
Prácticamente, todos los oficiales de estado mayor que hoy comandan los ejércitos y las policías de la región (salvo Cuba) recibieron formación militar y doctrinaria en EEUU, como parte de los convenios establecidos entre Washington y los países en el marco de la guerra contra el “narcoterrorismo”.
El objetivo principal de estos cursos de especialización se orienta a “desnacionalizar” ideológicamente a los militares de los países del continente, y a formarlos bajo presupuestos operativos y doctrinarios funcionales a los planes USA de control militar estratégico de América Latina.
Para que se entienda: Salvo Cuba, las fuerzas armadas y policías de América Latina carecen de doctrina, de estrategia y de hipótesis de conflicto propios (de Estado nacional), sus comandos se subordinan a las estrategias operativas “contraterroristas” diseñadas por el Comando Sur, y sus oficiales abrevan en doctrinas y entrenamientos funcionales a los planes del control militar de EEUU en la región.
En suma, ninguna fuerza armada regional (salvo Cuba) mantiene una posición independiente ni sustenta una hipótesis de conflicto alternativa al decálogo militar y doctrinario de Washington en América Latina.
Tomadas desde otro ángulo, las fuerzas armadas continentales (de la misma forma que los gobiernos regionales) son estructuras cipayas, entrenadas, armadas y controladas por la maquinaria militar del Imperio estadounidense. Funcionalmente, son satélites operativos del Comando Sur.
En el marco de estos convenios de “cooperación militar” (en la lucha contra el narcoterrorismo y el crimen organizado), el Comando Sur, la CIA, el FBI, la DEA, y otras agencias USA, mantienen delegaciones en las fuerzas armadas, policías y servicios de inteligencia de todos los países (salvo Cuba, parcialmente Venezuela).
De estos programas de inserción a la estrategia militar de EEUU, no están exentos -paradojalmente- los propios países de UNASUR que hoy (por derecha y por izquierda) critican y rechazan en una actitud farsesca la instalación de nuevas bases militares de EEUU en Colombia.
En términos de la realidad concreta y verificable, resulta absurdo, carece de sentido, que una cumbre de gobiernos alineados funcionalmente a la estrategia militar de EEUU en la región, se reúna para criticar y alertar sobre el “peligro militarista” que entraña la presencia de tropas estadounidenses en Colombia.
La prensa y los analistas del sistema, encubridores sistemáticos de la estructura cipaya de dominación imperial en la región, presentan dramáticamente la cumbre como la búsqueda de resolución de un conflicto entre Colombia y Venezuela a raíz de los convenios militares Bogotá-USA.
Que los países de UNASUR, entre los que sobresalen Chile (aliado militar explicito y privilegiado de EEUU), Brasil (socio regional estratégico de EEUU), Argentina (con su FFAA y policía asimiladas totalmente al Comando Sur), se reúnan para discutir el “peligro militar” de EEUU en la región, es un absurdo que no resiste ningún análisis.
Sólo se trata de una puesta en escena, de un show mediático para entretener a incautos e ignorantes (incluidos periodistas y analistas) que desconocen cómo funciona la estrategia y la maquinaria totalizada de dominación imperial en América Latina.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
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