Amigos:
hace muchos (cerca de 20 años) que me he identificado, creo que para siempre, con esta cuestión desesperante de los pueblos fumigados, envenenados… porque vivo en uno de ellos, porque conozco a los envenenadores uno por uno. Algunos, desde que sus padres noviaron, se casaron, ellos fueron concebidos y luego paridos.
Conozco la cuna en que se criaron; sé, porque participé desde mi infante curiosidad, que mamaron de la vieja y auténtica agricultura, esa de los gringos que vinieron a “hacer la América” roturando las primeras chacras (tierras) con una pala de mano, metro por metro, hasta que por fin trajeron de europa los primeros arados mansera o. al menos, copiaran sus modelos.
Les vi sacar a punta de hacha monte autóctono, pero solo lo estrictamente necesario para sus plantas de trigo, o maíz, preservando respetuosamente, la imponente presencia de algarrobos y quebrachos largamente centenarios.
Les vi plantar naranjos, limoneros, duraznos y granadas para propia subsistencia; adorar su quintita de lechuga achicoria y rúcula como si fueran orquídeas de nuestra apaleada yunga.
Les ví pastorear sus manadas de cabras y corderos celosamente custodiadas por un perro chivero.
Les vía expulsar cualquier extraño que quisiera tener ingerencia en su precaria e incipiente explotación, haciendo apología del sentido de la propiedad y evitando maltraten sus tierras.
Les ví transportarse, con auténtico orgullo, en viejos sulkys araña o volantas europeizadas con freno de mano.
Yo los aceptamos, nos identificamos con ellos y hasta llegamos a quererlos salvando cuestiones de idiosincrasia,idiomáticas o semánticas.
También ví, con supina ignorancia y resignación, que todo eso se lograba después de exterminar el último indio, el más antiguo y legítimo dueño sin la más elemental autocrítica.
A pesar de mi mala formación respecto a la legitimidad de los pueblos originarios, mi indignación (creciente a cada día), es porque estas porquerías que hoy nos envenenan son hijos de aquellos que, salvado su pecado original, se diferenciaban de los demás porque siempre vestían pantalones parchados con remiendos de distinta tela y botines color cuero que habían perdido el tinte de fábrica de tanto patear terrones.
Su descendencia, los criminales de hoy, se diferencian de nos, los demás, con costosos vehículos de alta gama, suntuosa exageración de sus (varias) viviendas, viajes por el mundo, avidez por más, y mas tierras….. y su insolente soberbia enraizada profundamente en holística ignorancia.
Es por eso que no acepto la visión sesgada que intenta justificarlos como si fueran víctimas de un sistema exógeno que ellos no pueden controlar. Aunque eso es absolutamente cierto, no puedo minimizar sus actos porque los conozco y sé de sus conversaciones, por donde pasa y como entienden la competencia, de su total desinterés por el cuidado y preservación de la (su) tierra, su conciente y arbitrario desprecio por el medio ambiente y quienes propugnamos por él..., y su natural facilidad para mentir.
Saben y ven que están agotando, día a día, los recursos naturales con un sistema de explotación fuera de toda sustentabilidad, como no verlo…, y no les importa.
Ven como ha desaparecido la “postal de campo” (mariposas, pájaros, zorros, gatos, pumas, corzuelas, perdices, liebres, conejos), cómo no verlo…., y no les importa.
Ven como agonizan los pocos quebrachos y algarrobos que quedan víctimas de acronecrosis progresiva por efectos de defoliantes y herbicidas, como no verlo…, y no les importa.
Ven como enconrcetan en una suerte de guetto moderno la frontera de los pueblos, como no verlo..., y no les importa
Ven como el corrillo pueblerino se llena de anécdotas de muertes por cáncer en gente joven (la edad de sus hijos), como abortan jóvenes mujeres, la vergüenza y el dolor de las víctimas con labios leporinos de paladar hendido, crecientes leucemias, regulares y sistemáticas alergias concordantes con época de fumigaciones, a veces en sus propias familias, cómo no verlo…., y no les importa.
Si bien son estructural y filosóficamente ignorantes, no por ellos dejan de ver los efectos de sus conductas genocidas, como no verlo… y no les importa.
Amigo, me preocupa el futuro, como a vos, como a la mayoría. Pero es el presente el que no me deja dormir, es la indolencia, falta de idoneidad e insuficiencia de nuestros organismos y autoridades tuitivas… y la artera y macabra conjunción de situaciones:
“Los grandes grupos (Monsanto, y otros) han logrado el dominio de la comercialización de la cadena alimentaria y anulación de las soberanías alimentarias de nuestro continente sur (por lo menos), solo porque contaron con la codicia y venalidad de políticos, profesionales, universidades, medios de difusión, sistema público de salud…., pero también de los productores.
Sin la avaricia del productor sojero generada por ganancias extraordinarias de la presente agricultura químico-toxica, no habría sido posible, es absolutamente impensable en otras circunstancias.
Cómo no verlo.
Un abrazo.
victor krieger fabbroni
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