Amado Boudou destapó intentos de sobornos, escuchas ilegales y amenazó con desvelar «el entramado mafioso de la política»
Boudou en rueda de prensa
El vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, abrió el ventilador y salpicó a todos los poderes del Estado. El elegido de “Ella” (la presidenta Cristina Fernández de Kirchner) está bajo sospecha en una causa que tiene como eje la empresa seleccionada para imprimir papel moneda. A Boudou la Justicia, a la que fustigó casi tanto como a la prensa, le sigue la pista por un presunto delito de tráfico de influencias y blanqueo de dinero. Ambos casos están relacionados con la máquina de hacer billetes, en el caso de Argentina pesos, con la que se le vincula y que respondía al nombre de la firma Ciccone.
El
ex ministro de Economía que Cristina Kirchner eligió, por deseo propio, para que fuera su segundo en las pasadas elecciones de octubre, salió a dar la cara sólo, sin compañía de otros, en un intentó por salvar la cabeza. Su comparecencia, surrealista, se transformó en una confesión de presuntos delitos silenciados por él hasta ahora.
Entre otros destacan intentos de sobornos que le ofrecieron, adjudicaciones y desarrollo irregular del juego en Buenos Aires, concursos a dedo para imprimir papeletas electorales en la provincia de Santa Fe, escuchas ilegales de teléfono que desveló al dar a conocer mensajes de texto ajenos y un largo etcétera. Su memoria, advirtió, iba más lejos.
En otras palabras, lo que dijo, es que sabía más de lo que imaginaban sus detractores y estaba dispuesto a contar “el entramado mafioso dentro de la política”. También, aviso para navegantes, recordó que en Argentina, “las decisiones las toma la Presidenta de la Nación” y que él, seguirá, como siempre, dispuesto a desempeñar las “tareas que ella ha ordenado que yo lleve adelante”.
La prensa en su punto de mira
El vicepresidente enmarcó su discurso en un contexto propio de la película “El Padrino” de Francis Ford Coppola, “la vi anoche y la recomiendo” dijo. Con esa obra maestra del cine como referencia, Boudou, le adjudicó a los periódicos La Nación y Clarín la responsabilidad de la “baja calidad institucional” de Argentina. “Mafias y esbirros”, “escoria”, “vodevil mediático” y “cerco mediático” con el fin de “romper” la democracia, son algunas de las expresiones y términos a los que recurrió para criticar a los medios de comunicación que día a día ofrecen nuevos datos del escándalo.
A los dos principales periódicos, Clarín y La Nación, los identificó con la “mafia” cuyo “principal referente es Magnetto (Héctor)”, dijo en reiteradas ocasiones para referirse al CEO del grupo Clarín. A Perfil, la editorial que destapó presuntos vínculos suyos con otros sujetos investigados, también le incluyó en el paquete de la “telenovela” que le tiene como protagonista principal.
Irritado, con un busto decapitado -en la imagen- a sus espaldas, Amado Boudou comparecía en el Senado, Cámara de la que es titular por ser el vicepresidente del Gobierno.
En su descargo continuó repartiendo estopa. “Los juzgados son una agencia de noticias”, protesto antes de redondear la frase: ”La agencia de noticias Rafecas (Daniel)”, dijo en referencia al juez federal que lleva la causa y que ordenó el registro de un piso que Boudou tiene alquiladoa otro sospechoso en el caso que tiene como telón de fondo quién pone en marcha la imprenta de imprimir billetes. “El Juzgado –insistió- tenía armado el gran escandalete. Lamentable su funcionamiento”, añadió.
Más acusaciones
A Rafecas le estaba acusando de filtrar el sumario y de estar en connivencia con Héctor Magnetto. En su errática diatriba, el hasta hace poco delfín de Cristina Kirchner, también dio a conocer sms privados, calificó de “cachivache mediático jurídico” la investigación, tendió un manto de sospecha sobre el equivalente al fiscal general, otro sobre el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires (por presuntos vínculos con un proxeneta), al presidente de la Bolsa (intento de soborno), y sobre otros gobernadores de provincias. “Guarda (cuidado) con pisarle los dedos a los elefantes” dijo que le advirtieron.
En un gesto sorprendente el vicepresidente del Gobierno y primero en la línea sucesoria de la Jefatura del Estado presumió: “Tuve más de veinte causas penales” pero “al menos dieciocho están cerradas”. Al parecer, lo decía como prueba de su inocencia.
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