El maíz en su salsa. Vista de uno de los lotes sembrados con los últimos avances genéticos en el grano.
JUNÍN. ENVIADO ESPECIAL - 08/03/12
Nacieron hace unos 100 años y muchos están viviendo sus últimos días. Son los pueblos argentinos de menos de dos mil habitantes.
Algunos comenzaron su declive cuando terminó la minería, la esquila de ovejas o cualquiera que fuese la actividad económica que había sido su razón de ser. Otros sufrieron la razón más clásica del despoblamiento: el fin del ferrocarril. Todos tienen en común la emigración de sus pobladores hacia ciudades donde no siempre mejoran sus condiciones de vida.
Esa es al menos la opinión de la geógrafa Marcela Benítez, que ayer habló en Expoagro sobre las dificultades para encontrar trabajo que gran parte de esta población rural enfrenta cuando deja el campo por la ciudad.
Según Benítez, “del total de 2.000 pequeños pueblos de la Argentina,hay unos 800 en crisis por despoblamiento y 90 que ya no están ”. Esos datos se refieren a los diez años que pasaron entre 1991 y 2001, ya que “del último censo aún no se publicaron los resultados por localidades rurales”.
Para frenar el despoblamiento de estas pequeñas localidades, Benítez dejó hace doce años su investigación en el Conicet sobre pueblos en riesgo de desaparición y creó la asociación Responde, con la idea de mostrar a los habitantes las oportunidades de desarrollo que el ambiente rural les ofrece.
Irazusta, en Entre Ríos, Andalhuala, en Catamarca; y Chilibroste, en Córdoba; son algunos de los pueblos donde Responde apoyóproyectos productivos , casi siempre en forma de turismo, artesanías o cultivos de autoabastecimiento, que los pobladores no habían considerado como alternativas a la emigración.
Para muchos pueblos el principal problema fue perder el ferrocarril, ¿no es inútil tratar de frenar el despoblamiento sin resolver sus comunicaciones?, le preguntó Clarín.
Sí, hace falta mejorar las vías de comunicación. No hablo de volver a tener el tren, pero sí de que hagan un asfalto. Un camino arruinado, en el que llueve y te empantanás, desalienta al médico o a la maestra. Además de caminos, la principal inversión que habría que hacer es en educación. Muchas veces sólo tienen una escuela primaria, con un grado o multigrado, y sólo con ese conocimiento salen a buscar un futuro.
Si bien la migración del campo a la ciudad es un proceso mundial, para Benítez no es igual en todas partes: “Hay países donde la posibilidad de ir a una ciudad significa un bienestar. Pero en América Latina no es así. La gente emigra hacia la ciudad porque piensa que en el pueblo ya no tiene nada, pero en la ciudad vive peor . En los pueblos se puede vivir dignamente aunque a lo mejor no haya tanto efectivo en la billetera. Mudate a una ciudad y fijate a ver qué pasa cuando no podés tomar ni un colectivo”, razonó la especialista.
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