Los datos en que se apoyan quienes rechazan y quienes defienden la actividad al fundamentar sus posiciones
Tras años de que los ambientalistas se desgañitaran denunciando en soledad los peligros de la minería a cielo abierto, las asambleas ciudadanas surgidas contra algunos de los principales emprendimientos lograron finalmente instalar en nuestro país cierta preocupación por el tema. Y con ella, un debate que por estos días tiene lugar tanto en foros académicos como en la cola de la carnicería: en qué medida la explotación minera nos deja rédito y qué precio ambiental estamos dispuestos a pagar por él.
Alrededor de esos puntos son decenas las razones que se escuchan a favor y en contra de la actividad. Lamentablemente el debate parece haberse instalado entre nosotros con una lógica casi futbolera, y en ese tren no mucho de lo que se dice llega a fundamentarse. ¿Pero cuáles son entonces los principales elementos en que se apoyan sus defensores y objetores? Para entenderlos, tal vez sea necesario repasar qué es exactamente la minería a cielo abierto y cómo se la practica.
En principio hay que saber que la minería a cielo abierto es un fenómeno más o menos moderno, producto del progresivo agotamiento de algunos de los minerales más preciados. A falta de vetas de oro y pepitas en los ríos, lo que se busca en la actualidad son partículas invisibles de oro espolvoreadas por la naturaleza en kilómetros cuadrados de roca. Es lo que se conoce como oro de baja ley, un recurso cuya explotación antes no era rentable.
Sin embargo, a 1.740 dólares la onza (28 gramos), la búsqueda de ese oro justifica hoy la existencia de megacompañías en el mundo. Una vez que confirman la viabilidad de un proyecto de explotación, lo que hacen generalmente estas empresas es dinamitar la montaña para obtener rocas que son molidas hasta quedar como polvo. Luego ese material es regado con agua que posee cianuro y, al decantar, esta sustancia altamente toxica arrastra con ella las partículas de oro y plata que luego son recuperadas en piletones. A ese proceso se lo denomina lixiviación.
Pero si ese proceso es bien conocido por algunos, no así en qué medida se lo practica en nuestro país. "Dado que la secretaría de Medio Ambiente nunca lo ha hecho público, no se sabe con exactitud cuántas explotaciones de oro tenemos hoy en Argentina", denuncia una organización ambiental que calcula que serían entre 43 y 44 las que están en funcionamiento y más de 600 las que se encuentran en carpeta.
DOBLE ESTANDAR
Entre los principales cuestionamientos que enfrenta la minería a cielo abierto en nuestro país está la acusación de ser practicada por algunas empresas extranjeras con un doble estándar; es decir, con parámetros de calidad menos rigurosos que en sus países de origen. Y en ese contexto uno de los aspectos más mencionados es la falta de licencia social.
"Muchos de las explotaciones de oro que tenemos hoy se han puesto en marcha sin convocar a audiencias públicas y sin los correspondientes estudios de impacto ambiental; es decir, contra la Ley y a espaldas de la población", señala Gonzalo Strano, referente de Greenpeace Argentina en temas de minería.
"Las empresas no tienen seguros contra siniestros ambientales, ni aplican tampoco las mismas medidas de seguridad que en sus países de origen", denuncian desde la asamblea ciudadana de La Rioja que se opone al proyecto de explotación de oro en el cerro Famatina.
Para el economista Martín Tetaz, profesor de la UNLP e investigador del Instituto de Integración Latinoamericana, se trata sin embargo de un falacia. "La empresa dueña del proyecto Famatina, Osisko Mining, explota con el mismo método una mina cinco veces más grande que se encuentra en Canadá", asegura.
"La gran preocupación es que obviamente las autoridades regulatorias riojanas no gozan del mismo prestigio ni la gente deposita en ellas la misma confianza, que en caso de las canadienses. Pero si quienes regulan el transporte fallan, la solución no es eliminar los trenes", dice el economista cuestinando a quienes plantean prohibir la minería cielo abierto en el país.
PASIVOS AMBIENTALES
Más allá de cómo funcionan los empresas mineras y los mecanismos regulatorios en Argentina, la minería a cielo abierto es cuestionada en sí misma por su efectos sobre la naturaleza. "Tiene un impacto altamente perjudicial en cada una de sus etapas, desde el momento en que se montan las compamentos y desvían los cursos de los ríos para utilizar su agua hasta las explosiones para obtener las rocas. Como obtienen menos de un gramo de oro por cada tonelada de piedra tienen que hacer desaparecer cerros enteros para justificar su inversión", explica el Gonzalo Strano desde Greenpeace.
Pero "sin duda el aspecto más preocupante -agrega- es el uso de cianuro para el proceso de lixiviación. Porque si bien se aplican procesos para reutilizar el cianuro, éstos sólo consiguen bajarle el nivel de toxicidad al agua. Y contra lo que dicen al empresas, la luz solar no termina de degradar los restos de cianuro; simplemente lo descompone en otras sustancias químicas que los estudios de impacto ambiental no tiene en cuenta", explica Strano.
"A eso hay que sumarle el drenaje ácido que se produce naturalmente al rociar las rocas que contienen azufre con agua cianurada y que resulta altamente peligroso. Es cierto que se lo deriva a un dique de cola, pero estos diques se encuentran en zonas sísmicas y no siempre están aislados en forma suficiente para evitar filtraciones a las napas", sostiene el ambientalista.
"No podría afirmar si existe o no contaminación en las explotaciones de oro de nuestro país -afirma el doctor Raúl Fernández, subdirector del Instituto de Recursos Mineros de la UNLP-, pero lo que estoy seguro es que el uso de cianuro en la minería actual es muy manejable tanto desde el punto de vista químico como ingenieril. Si se trabaja bien no debería haber ningún problema de contaminación",agrega.
"Existe un pánico exagerado por el uso del cianuro en el proceso de lixiviación de los minerales -dice por su parte Martín Tetaz-. La realidad es que en ninguna de las denuncias sobre contaminación minera en Argentina aparecen registros de esa sustancia. Además, el mayor consumo mundial de cianuro, un 83%, no corresponde a la industria minera sino a la petroquímica y alimenticia, entre otras", señala.
NO TODO LO QUE BRILLA ES AGUA
Principal insumo de la minería a cielo abierto, los enormes volúmenes de agua que se requieren para extraer oro constituyen otra de las fuertes objeciones que se le hace a la actividad, sobre todo en un momento en que este recurso tiende agotarse en el mundo y en lugar, como la región de Cuyo, donde el agua no abunda precisamente.
"Se requieren 35 millones de litros de agua para obtener apenas 25 kilos de oro. La mina de Pacualama utilizará 340 litros de agua por segundo; Veladero consume hoy cerca hoy 110; y La Alumbrera, 100 millones de litros de agua por día; es un verdadero despropósito considerando que gran parte del oro extraído se destinada a productos suntuosos", destacan desde Greenpeace.
A las numeros de la organización ambientalista, el doctor Fernández le contrapone otros que maneja desde el Instituto de Recursos Mineros. "Sólo las 10 mil hectáreas de olivares que fueron plantadas en La Rioja y Catarmarca en los últimos diez años insumen más agua que toda La Alumbrera. La minería utiliza poca agua si se la compara con otras actividades", menciona.
Para dar una idea de cuánto, Fernández señala que "según datos de la Dirección de Hidráulica de San Juan, una provincia que tiene actualmente tres proyectos de minería activos, el 91% del consumo de agua corresponde a riego".
MITOS Y REALIDADES ECONOMICAS
"Hay un montón de mitos alrededor de la minería y uno de ellos es el que tiene que ver con sus beneficios económicos para el país -asegura Martín Tetaz-. Poca gente sabe, por ejemplo, que en el proyecto de Famatina el Estado provincial está asociado con un 30% de los beneficios y no debe arriesgar un solo peso, puesto que los montos erogados en la exploración son financiados por la empresa. O que en Catamarca, la sociedad entre el gobierno provincial y la Universidad de Tucuman (YMAD) se queda con el 20% del negocio minero".
"Además las compañías pagan entre un 15 y un 30% del valor total del oro extraído en concepto de impuestos a las ganancias, retenciones a las exportaciones, regalías y demás contribuciones. En 2008 la administradora de Bajo La Alumbrera, generó una producción de 4.611 millones de pesos y pago impuestos por 1.190 millones", asegura.
"En el caso de La Alumbrera, gastó localmente en un año 2.947 millones de los 4.611 generados; lo que implica que un 64% del los ingreso producidos por el oro quedaron en el país. Y sobre el resto, un 20% fue del Estado, gracias a la sociedad con YMAD, quedándole a la empresa tan solo un 28,2% del valor del oro como beneficios", explica el economista.
Para Gonzalo Strano, cualquier dato económico en torno a la minería a cielo abierto se topa con la realidad. "Según el discurso de las empresas, la comunidades donde ellas se emplazan son las más beneficiadas, pero lo que vemos es otra cosa: esas mismas comunidades se están levantado hoy en asambleas para rechazar a las minas. Además, si los beneficios para las comunidades fueran tan grandes como dicen, Andalgalá debería ser Holanda. En su lugar tiene uno de los índices de pobreza más altos del país", dice.
Réditos económicos, impacto ambiental, uso del agua, estándares de calidad... Alrededor de estos ejes de debate, las razones a favor y en contra de la minería a cielo abierto tienen implicancias demasiado complejas para discutirse como un Boca- River o en términos de minería sí/ minería no. Acaso haya llegado el momento de ver cómo hacemos para que la actividad produzca una verdadera transformación y no se convierta en otra herida para el país cuando los oro se haya finalmente acabado.
Alrededor de esos puntos son decenas las razones que se escuchan a favor y en contra de la actividad. Lamentablemente el debate parece haberse instalado entre nosotros con una lógica casi futbolera, y en ese tren no mucho de lo que se dice llega a fundamentarse. ¿Pero cuáles son entonces los principales elementos en que se apoyan sus defensores y objetores? Para entenderlos, tal vez sea necesario repasar qué es exactamente la minería a cielo abierto y cómo se la practica.
En principio hay que saber que la minería a cielo abierto es un fenómeno más o menos moderno, producto del progresivo agotamiento de algunos de los minerales más preciados. A falta de vetas de oro y pepitas en los ríos, lo que se busca en la actualidad son partículas invisibles de oro espolvoreadas por la naturaleza en kilómetros cuadrados de roca. Es lo que se conoce como oro de baja ley, un recurso cuya explotación antes no era rentable.
Sin embargo, a 1.740 dólares la onza (28 gramos), la búsqueda de ese oro justifica hoy la existencia de megacompañías en el mundo. Una vez que confirman la viabilidad de un proyecto de explotación, lo que hacen generalmente estas empresas es dinamitar la montaña para obtener rocas que son molidas hasta quedar como polvo. Luego ese material es regado con agua que posee cianuro y, al decantar, esta sustancia altamente toxica arrastra con ella las partículas de oro y plata que luego son recuperadas en piletones. A ese proceso se lo denomina lixiviación.
Pero si ese proceso es bien conocido por algunos, no así en qué medida se lo practica en nuestro país. "Dado que la secretaría de Medio Ambiente nunca lo ha hecho público, no se sabe con exactitud cuántas explotaciones de oro tenemos hoy en Argentina", denuncia una organización ambiental que calcula que serían entre 43 y 44 las que están en funcionamiento y más de 600 las que se encuentran en carpeta.
DOBLE ESTANDAR
Entre los principales cuestionamientos que enfrenta la minería a cielo abierto en nuestro país está la acusación de ser practicada por algunas empresas extranjeras con un doble estándar; es decir, con parámetros de calidad menos rigurosos que en sus países de origen. Y en ese contexto uno de los aspectos más mencionados es la falta de licencia social.
"Muchos de las explotaciones de oro que tenemos hoy se han puesto en marcha sin convocar a audiencias públicas y sin los correspondientes estudios de impacto ambiental; es decir, contra la Ley y a espaldas de la población", señala Gonzalo Strano, referente de Greenpeace Argentina en temas de minería.
"Las empresas no tienen seguros contra siniestros ambientales, ni aplican tampoco las mismas medidas de seguridad que en sus países de origen", denuncian desde la asamblea ciudadana de La Rioja que se opone al proyecto de explotación de oro en el cerro Famatina.
Para el economista Martín Tetaz, profesor de la UNLP e investigador del Instituto de Integración Latinoamericana, se trata sin embargo de un falacia. "La empresa dueña del proyecto Famatina, Osisko Mining, explota con el mismo método una mina cinco veces más grande que se encuentra en Canadá", asegura.
"La gran preocupación es que obviamente las autoridades regulatorias riojanas no gozan del mismo prestigio ni la gente deposita en ellas la misma confianza, que en caso de las canadienses. Pero si quienes regulan el transporte fallan, la solución no es eliminar los trenes", dice el economista cuestinando a quienes plantean prohibir la minería cielo abierto en el país.
PASIVOS AMBIENTALES
Más allá de cómo funcionan los empresas mineras y los mecanismos regulatorios en Argentina, la minería a cielo abierto es cuestionada en sí misma por su efectos sobre la naturaleza. "Tiene un impacto altamente perjudicial en cada una de sus etapas, desde el momento en que se montan las compamentos y desvían los cursos de los ríos para utilizar su agua hasta las explosiones para obtener las rocas. Como obtienen menos de un gramo de oro por cada tonelada de piedra tienen que hacer desaparecer cerros enteros para justificar su inversión", explica el Gonzalo Strano desde Greenpeace.
Pero "sin duda el aspecto más preocupante -agrega- es el uso de cianuro para el proceso de lixiviación. Porque si bien se aplican procesos para reutilizar el cianuro, éstos sólo consiguen bajarle el nivel de toxicidad al agua. Y contra lo que dicen al empresas, la luz solar no termina de degradar los restos de cianuro; simplemente lo descompone en otras sustancias químicas que los estudios de impacto ambiental no tiene en cuenta", explica Strano.
"A eso hay que sumarle el drenaje ácido que se produce naturalmente al rociar las rocas que contienen azufre con agua cianurada y que resulta altamente peligroso. Es cierto que se lo deriva a un dique de cola, pero estos diques se encuentran en zonas sísmicas y no siempre están aislados en forma suficiente para evitar filtraciones a las napas", sostiene el ambientalista.
"No podría afirmar si existe o no contaminación en las explotaciones de oro de nuestro país -afirma el doctor Raúl Fernández, subdirector del Instituto de Recursos Mineros de la UNLP-, pero lo que estoy seguro es que el uso de cianuro en la minería actual es muy manejable tanto desde el punto de vista químico como ingenieril. Si se trabaja bien no debería haber ningún problema de contaminación",agrega.
"Existe un pánico exagerado por el uso del cianuro en el proceso de lixiviación de los minerales -dice por su parte Martín Tetaz-. La realidad es que en ninguna de las denuncias sobre contaminación minera en Argentina aparecen registros de esa sustancia. Además, el mayor consumo mundial de cianuro, un 83%, no corresponde a la industria minera sino a la petroquímica y alimenticia, entre otras", señala.
NO TODO LO QUE BRILLA ES AGUA
Principal insumo de la minería a cielo abierto, los enormes volúmenes de agua que se requieren para extraer oro constituyen otra de las fuertes objeciones que se le hace a la actividad, sobre todo en un momento en que este recurso tiende agotarse en el mundo y en lugar, como la región de Cuyo, donde el agua no abunda precisamente.
"Se requieren 35 millones de litros de agua para obtener apenas 25 kilos de oro. La mina de Pacualama utilizará 340 litros de agua por segundo; Veladero consume hoy cerca hoy 110; y La Alumbrera, 100 millones de litros de agua por día; es un verdadero despropósito considerando que gran parte del oro extraído se destinada a productos suntuosos", destacan desde Greenpeace.
A las numeros de la organización ambientalista, el doctor Fernández le contrapone otros que maneja desde el Instituto de Recursos Mineros. "Sólo las 10 mil hectáreas de olivares que fueron plantadas en La Rioja y Catarmarca en los últimos diez años insumen más agua que toda La Alumbrera. La minería utiliza poca agua si se la compara con otras actividades", menciona.
Para dar una idea de cuánto, Fernández señala que "según datos de la Dirección de Hidráulica de San Juan, una provincia que tiene actualmente tres proyectos de minería activos, el 91% del consumo de agua corresponde a riego".
MITOS Y REALIDADES ECONOMICAS
"Hay un montón de mitos alrededor de la minería y uno de ellos es el que tiene que ver con sus beneficios económicos para el país -asegura Martín Tetaz-. Poca gente sabe, por ejemplo, que en el proyecto de Famatina el Estado provincial está asociado con un 30% de los beneficios y no debe arriesgar un solo peso, puesto que los montos erogados en la exploración son financiados por la empresa. O que en Catamarca, la sociedad entre el gobierno provincial y la Universidad de Tucuman (YMAD) se queda con el 20% del negocio minero".
"Además las compañías pagan entre un 15 y un 30% del valor total del oro extraído en concepto de impuestos a las ganancias, retenciones a las exportaciones, regalías y demás contribuciones. En 2008 la administradora de Bajo La Alumbrera, generó una producción de 4.611 millones de pesos y pago impuestos por 1.190 millones", asegura.
"En el caso de La Alumbrera, gastó localmente en un año 2.947 millones de los 4.611 generados; lo que implica que un 64% del los ingreso producidos por el oro quedaron en el país. Y sobre el resto, un 20% fue del Estado, gracias a la sociedad con YMAD, quedándole a la empresa tan solo un 28,2% del valor del oro como beneficios", explica el economista.
Para Gonzalo Strano, cualquier dato económico en torno a la minería a cielo abierto se topa con la realidad. "Según el discurso de las empresas, la comunidades donde ellas se emplazan son las más beneficiadas, pero lo que vemos es otra cosa: esas mismas comunidades se están levantado hoy en asambleas para rechazar a las minas. Además, si los beneficios para las comunidades fueran tan grandes como dicen, Andalgalá debería ser Holanda. En su lugar tiene uno de los índices de pobreza más altos del país", dice.
Réditos económicos, impacto ambiental, uso del agua, estándares de calidad... Alrededor de estos ejes de debate, las razones a favor y en contra de la minería a cielo abierto tienen implicancias demasiado complejas para discutirse como un Boca- River o en términos de minería sí/ minería no. Acaso haya llegado el momento de ver cómo hacemos para que la actividad produzca una verdadera transformación y no se convierta en otra herida para el país cuando los oro se haya finalmente acabado.
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