Horacio Micucci
14-02-2012
Algunos científicos y filósofos argentinos (muchos de ellos que abjuran y maldicen al positivismo liberal y su visión del progreso) de pronto dudan ante el reclamo de los pueblos cordilleranos contra la megaminería saqueadora y contaminante.
Dudan entre defender el derecho de los pueblos y un supuesto progreso doloroso pero necesario… aunque lesione a los pueblos y sus derechos.
Esos científicos y filósofos están llenos de positivismo decimonónico y su versión del progreso. Esa visión le llenó la cabeza, inclusive, a sectores provenientes de la izquierda y de corrientes nacionales y populares.
Es una visión de un progreso abstracto que no se sabe donde reside y en aras del cual todo se justifica.
Ricardo Forster, en referencia a los movimientos como el que estamos asistiendo, contra la Megaminería contaminante y saqueadora, hoy (14-02-2012) en Página 12, dice: “Suelen ser coyunturas que se enraízan en antiguos reclamos y que movilizan a amplios sectores populares que salen en defensa de derechos, historias, tradiciones, identidades, conquistas, sueños y hasta futuro enfrentándose, incluso, a las promesas de progreso y bienestar de quienes son los portadores de las fuerzas del cambio.”
El problema, estimado Forster, es qué clase de cambio proponen estas fuerzas de cambio megamineras, y en beneficio de quien.
Citaré largamente a Ricardo Forster, refiriéndose al movimiento que encabezó Emiliano Zapata en México: “Sospecharon de la palabra “progreso” cuando se dieron cuenta de que ellos tendrían que pagar todo el precio de una promesa de futuro que, en el presente, significaba expulsión y violencia de quienes, por generaciones, habían vivido y trabajado la tierra de modo comunitario y que ahora eran brutalmente desalojados por los nuevos ingenios azucareros que representaban, para la gran prensa de aquellos días, para el poder político y para el paradigma cultural-civilizatorio dominante, la quintaesencia del progreso y de la innovación tecnológica. Aquel tremendo acontecimiento de la historia latinoamericana que produjo uno de los líderes populares más significativos y míticos de nuestro continente, como lo fue Emiliano Zapata, puso en evidencia, una vez más, el conflicto entre los adalides del progreso y el desarrollo, por lo general provenientes de las ciudades y dueños del capital llamado a cambiar las formas económicas ancestrales y apoyados por los gobiernos de turno, y los campesinos que se levantaban contra las fuerzas de una novedad que la veían, quizás sin equivocarse, como las sepultureras de sus tradiciones y modos de vida. Lo que tal vez no pudieron ver ni Zapata ni el otro gran líder campesino, Pancho Villa, era que los vientos de la época soplaban a favor de la magia irradiada por la palabra “progreso” y que su lucha, allí donde no lograba comprender las complejidades de los nuevos tiempos, estaba destinada a la derrota si no lograba, como efectivamente terminó por suceder, encontrar los lenguajes, las fuerzas y las ideas que impidiesen la consumación de la hegeliana “astucia de la razón en la historia”, brutal eufemismo para ocultar la estela de violencia y barbarie que conllevó y sigue conllevando la lógica del “progreso”.
Es decir, si entendemos a Forster, es que Zapata y Villa no comprendieron las complejidades de los nuevos tiempos. Y entonces fracasaron por no tener alternativas viables.
Ah… me olvidaba Forster, Zapata fue asesinado por un traidor pagado por los monopolios y terratenientes de esa época favorecidos porque “los vientos de la época soplaban a favor de la magia irradiada por la palabra “progreso” según su artículo de Pagina 12..
Zapata y Villa no fracasaron, Forster. Tenían alternativas viables pero fueron derrotados, y se usaron contra ellos traidores y asesinos pagos. Como ahora.
Sugiero leer los Cuatro cantos del Santos Vega de Rafael Obligado. (http://es.wikisource.org/ wiki/Santos_Vega_(Rafael_ Obligado).
Sobre todo el cuarto, donde se relata como Santos Vega que “cantaba lindo” fue derrotado por el diablo que era el progreso. La descripción del autor la pueden usar los defensores de la Megaminería saqueadora y contaminante. Y la usan, ayudados por conservadores liberales y, también, por progresistas “aggiornados” y amantes del progreso… de los monopolios imperialistas.
No puedo evitar citar dos versos del Cuarto Canto de Rafael Obligado describiendo el canto del diablo Juan Sin Ropa (el progreso) con el que venció a Santos Vega::
“Era el grito poderoso
del progreso dado al viento,
el solemne llamamiento
al combate más glorioso.
Era, en medio del reposo
de la Pampa ayer dormida,
la visión ennoblecida
del trabajo, antes no honrado;
la promesa del arado,
que abre cauces a la vida.
Como en mágico espejismo,
al compás de ese concierto
mil ciudades el desierto
levantaba de sí mismo.
Y a la par que en el abismo
una edad se desmorona,
al conjuro en la ancha zona
derramábase la Europa,
pues sin duda Juan Sin Ropa
era la ciencia en persona.”
¡Era el progreso!. Cueste lo que cueste… que se le va a hacer… es lo posible.
Lamentable que usen este tipo de argumentos propios de la oligarquía argentina del siglo XIX los progresistas “agiornados” del siglo XXI. Es lo que se hace cuando se hablan de éxitos macroeconómicos mientras el 74 % de los jubilados van a cobrar 1.600 pesos, lo que los ubica debajo del índice de pobreza.
Está todo dicho.
Progreso sin personas.
Da pena y vergüenza ajena.
E indignación, por que hay pueblos reprimidos y aplicación contra ellos de la ley antiterrorista “nacional y popular”.
La burguesía monopolista europea de la segunda mitad del siglo XIX logró que la sociedad identificara “su progreso” (el de ella) con el progreso social. Stuart Mill sostenía, según esa ideología, que el progreso era diferenciación. Así, de una conclusión filosófica, saldría un fundamento de la dependencia argentina. Para la oligarquía del 1880 esto justificaba que nosotros fuéramos agroexportadores y los ingleses industriales. Era diferenciación progresista y …complementaria… del opresor y del oprimido.
Algunos la pasarían mal. Pero eso era lo posible, lo “aggiornado”.
Nosotros creemos que progreso no es que a Santos Vega le llegó la hora de morir, vencido por el diablo (la dependencia y la sumisión nacional de los imperialismos disfrazada de progreso).
Queremos que Santos Vega se rebele, se libere y que él usufructúe el progreso real, de carne y hueso.
No queremos decir que haya que volver a la vida salvaje
Algunos defensores de los emprendimientos imperialistas contaminantes nos dicen que muchos de los elementos que usamos en nuestra vida cotidiana proviene de la industria que inevitablemente contamina.
Este argumento es una baratija intelectual. En tecnología hay distintas soluciones para un mismo problema. De allí surge el concepto de tecnología apropiada al que me referiré más adelante.
Pero aquí hay suficientes experiencias que demuestran que no habrá más trabajo, que se destruirán otros que hay ahora y que no quedará riqueza en el país (por que se pagan exiguas regalías y porque lo que sacan se lo llevan para ellos) y que hay un grave riesgo ambiental.
Toda inversión imperialista significa descapitalización para el país donde se asienta.
Progresismo aggiornado de vieja data...
De pronto me acordé de los cientificistas de izquierda de los 70 que justificaban la limitación en la universidad diciendo que la ciencia tenía dificultades y no todos estaban capacitados para ella, por eso quedaban afuera del sistema. Y hoy, con los mismos argumentos, justifican que sólo se reciban un 6% de los que ingresan a la universidad. ¡Es que el progreso de la ciencia la hace cada vez más compleja!. ¡No es para todos!.
¡Vaya progresistas elitistas!
Olvidan que no hay una sola respuesta tecnológica a un problema.
Sesudos progresistas: ¿olvidaron el concepto de Tecnología Apropiada postulado por la OMS, OIT y ONU definida como “científicamente válida, técnicamente eficaz y socialmente aceptable”?. Socialmente aceptable quiere decir que signifique independencia nacional y bienestar de los pueblos.
¿Olvidaron el "principio o enfoque precautorio" (reconocido internacionalmente)?
Este enfoque surge de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992) que consagró, en su "Declaración de Río", una serie de principios esenciales al desarrollo sostenible. Este Principio postula que, frente a una eventual obra o actividad con posibles impactos negativos en el medio ambiente, permite que la decisión política que no da lugar a su realización, se base exclusivamente en indicios del posible daño sin necesidad de requerir la certeza científica absoluta. Es decir, en este caso, existe inversión de la carga de la prueba. No son los afectados los que deben demostrar la contaminación, sino la empresa debe demostrar que no contamina ni contaminará. Aquí se considera todo elemento nuevo, analizando sus efectos económicos, pero incluyendo los impactos sociales y ambientales, a largo plazo. Es lo que se denomina sustentabilidad económica, ambiental y social.
En lo económico se considera no sólo la ecuación de ganancias de la empresa sino lo que se aporta en trabajo y mejora de la calidad de vida de la población
En vez de preguntar ¿qué nivel de daño es aceptable?, un enfoque precautorio pregunta:
1.- ¿es realmente necesaria esta actividad? ¿qué beneficios y perjuicios implica?
2.- ¿cuáles son las alternativas para este producto o actividad?¿cuáles son más convenientes?
3.- ¿cuánta contaminación puede evitarse?.
Se dice que el progreso no se puede detener. Los perjuicios serían como “los daños colaterales” que los países imperialistas producen en sus campañas contra los países oprimidos. ¿Que diferencia entre estos argumentos y lo que dijo alguna vez Cavallo, sobre que había diez provincias inviables y 200.000 campesinos “inviables”?.
¡Mire usted!. Todos con su versión positivista del progreso. Nada científica ni moderna. Decimonónica. Ese mismo positivismo que produjo las teorías de Lombroso en sicología (criminal con aspecto de criminal, cara de criminal). De paso, bárbaro para perseguir pobres con ese aspecto tan... “criminal”.
Y de paso algunas dudas:
¿Por qué el Parlamento Europeo aconsejó prohibir la minería contaminante por 488 votos a favor y 48 en contra con 57 abstenciones?. Se nos dice que la Comisión Europea no aceptó el Consejo, pero ya se sabe a quien representa esa Comisión.¿Y porqué Alemania prohibió la megaminería contaminante con cianuro en el año 2002?.
Y dado esos antecedentes proveniente de regiones tan “progresistas”: ¿No habrá que discutir más el asunto?.
La participación protagónica de los pueblos es imprescindible para una política ambiental de independencia nacional.
Esto ha sido defendido como una propuesta en la ONU. En efecto, el Principio 10 de Rio 92 establece que “El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población poniendo la información a disposición de todos. Deberá proporcionarse acceso efectivo a los procedimientos judiciales y administrativos, entre éstos el resarcimiento de daños y los recursos pertinentes”.
No nos parece que la represión que hemos visto en los pueblos cordilleranos se base en esta propuesta que propone la participación ciudadana.
Es preciso que los sectores verdaderamente patrióticos, democráticos y progresistas hagan suya la causa de los pueblos en lucha contra la contaminación ambiental. Esto significa, hoy, solidaridad en la lucha de los pueblos contra la Megaminería contaminante y saquedora.
Reafirmamos todo lo que sostuvimos en el artículo “Todos somos Famatina, todos somos Gualeguaychú, todos somos la Cuenca Reconquista-Matanza-Riachuelo… ” y a él nos remitimos.
Lo adjuntamos.
Todos somos Famatina, todos somos Gualeguaychú, todos somos la Cuenca Reconquista-Matanza-Riachuelo…
TODOS SOMOS LA DEFENSA DE NUESTRAS VIDAS Y DEL PATRIMONIO NACIONAL
Escribe Horacio Micucci
“Según la voz de mando, nuestros países deben creer en la libertad de comercio (aunque no exista), honrar la deuda (aunque sea deshonrosa), atraer inversiones (aunque sean indignas) y entrar al mundo (aunque sea por la puerta de servicio).
Entrar al mundo: el mundo es el mercado. El mercado mundial, donde se compran países. Nada de nuevo. América latina nació para obedecerlo, cuando el mercado mundial todavía no se llamaba así, y mal que bien seguimos atados al deber de obediencia.
Esta triste rutina de los siglos empezó con el oro y la plata y siguió con el azúcar, el tabaco, el guano, el salitre, el cobre, el estaño, el caucho, el cacao, la banana, el café, el petróleo... ¿Qué nos dejaron esos esplendores? Nos dejaron sin herencia ni querencia. Jardines convertidos en desiertos, campos abandonados, montañas agujereadas, aguas podridas, largas caravanas de infelices condenados a la muerte temprana, vacíos palacios donde deambulan los fantasmas...
Ahora es el turno de la soja transgénica y de la celulosa. Y otra vez se repite la historia de las glorias fugaces, que al son de sus trompetas nos anuncian desdichas largas.”.
Eduardo Galeano.
"La historia puede ser considerada desde dos puntos de vista, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, no hay que dividir estos dos aspectos: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente. Y así a cada paso que damos se nos recuerda que en modo alguno gobernamos la naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino que nosotros, seres de carne, hueso y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en su seno, y todo nuestro dominio de ella consiste en el hecho de que poseemos sobre las demás criaturas, la ventaja de aprender sus leyes y aplicarlas en forma correcta.".
Federico Engels.. Dialéctica de la naturaleza
El problema de la contaminación ambiental ha llegado a los medios de comunicación. En Argentina, en distintas provincias y ciudades, el hombre común ha empezado a vislumbrar que su vida y la de los suyos está en peligro por variados problemas ambientales. Desde que el caso de Gualeguaychú llegó a las primeras planas de los diarios, se ha extendido esta preocupación. Y varios pueblos y provincias muestran a sus habitantes, hombres comunes, personas casi siempre ignoradas, salir a las calles con sus familias protestando por diversos motivos ligados a la contaminación de su entorno con el consecuente perjuicio para su salud y para la continuidad de sus actividades cotidianas: radicación de industrias contaminantes, explotaciones mineras también contaminantes, deforestación indiscriminada justificada en la urgencia de ganancias empresarias con su consecuencia de inundaciones y desertificación, contaminación industrial de cursos de agua, etc.
Como nunca antes la posibilidad de unificación de las protestas por este tema preocupa a los gobernantes.
La posibilidad de que cunda el ejemplo del pueblo de Gualeguaychú (esa Fuenteovejuna argentina) y el ejemplo de Famatina y los pueblos que combaten contra la Megaminería contaminante, y se extienda en la población de las Cuencas Reconquista y Matanza-Riachuelo quita el sueño a más de uno de ellos.
La radicación de industrias contaminantes (caso Gualeguaychú), la deforestación indiscriminada y sin estudios previos de impactos indeseables, el monocultivo (de soja en Argentina o de eucaliptus en Uruguay, extendiéndose al litoral argentino), la Megaminería contaminante, etc. producen tarde o temprano contaminación de las aguas, el aire, la tierra, desertificación o inundaciones incontrolables, etc. con su consecuente perjuicio social principalmente contra los sectores más desprotegidos.
Medite el lector:
¿Cuánto de lo ocurrido en Tartagal o las inundaciones o sequías del Norte es consecuencia evitable?. ¿Y cuánto de la contaminación de la Cuenca Matanza-Riachuelo?.
Desde el punto de vista del interés argentino, proteger nuestro ambiente y sus características favorables para la inmensa mayoría de la población y no para unos pocos, es parte de la defensa del patrimonio nacional, que incluye la defensa de nuestras aguas, tierras y aire y las mujeres y hombres que habitan en Argentina, de toda acción depredatoria.
El modelo aplicado en nuestro país desde hace una treintena de años es responsable de muchas catástrofes ambientales y perjuicios humanos. En su afán de privilegiar sin límites las ganancias de un pequeño número de empresas se ha herido sin control y sin mínimos estudios de impactos ambientales al entorno en el que viven millones.
Hemos escuchado hablar por décadas del “progreso” puesto de manifiesto por cifras de una supuesta “macroeconomía”. Pero esas cifras son, en realidad, las cuentas del enriquecimiento obsceno de los beneficiarios de la entrega y del empobrecimiento inaudito de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro suelo.
Se nos habló de una supuesta teoría del “derrame” por el cual había que permitir ese enriquecimiento para que las sobras del banquete cayeran sobre los más pobres, pero esto nunca ocurrió. Sólo asistimos a la existencia de una minoría, cada vez más opulenta y poderosa, frente a una mayoría creciente de pobres cada vez más pobres. El Progreso, para ser verdadero, se debe manifestar en el bienestar del conjunto social y la fortaleza de la Nación.
En los dos párrafos del epígrafe se sintetizan dos cuestiones principales en el debate de la política ambiental, que ha sido tomado por amplios sectores del pueblo argentino.
En el primer párrafo, de Eduardo Galeano, se encuentra una cuestión fundamental que está detrás de la instalación de empresas contaminantes: la inclusión de nuestros países como subordinados y dependientes de la potencias imperialistas que deciden que papel, dentro del carácter de dependientes, nos asignan en su proyecto “globalizador” y de que forma concreta pagaremos el tributo de los esclavizados, con miseria de nuestro pueblo, entrega de nuestro patrimonio y deterioro de nuestro medio ambiente.
El segundo párrafo de Federico Engels (escrito hace ciento treinta y seis años) nos hace notar que hay otra forma de considerar al medio ambiente. Las potencias que se disputan el mundo sólo se preocupan en establecer ciertos parámetros aceptables de contaminación. Esos parámetros serán tanto menos exigentes cuanto menos se las controle y tiene como fin la maximización de la ganancia, no importa el costo en vidas (en tiempo o calidad de la misma) o en deterioro de nuestro patrimonio ambiental. En el concepto de Engels el hombre es parte del medio ambiente (la naturaleza). Si partimos de esta concepción no vemos al ambiente como algo externo. Precisamente son las potencias y sus monopolios (y sus servidores nativos) los que ven ese ambiente como algo a conquistar (precisamente “como un conquistador a un pueblo extranjero”) sin otra contención que las limitaciones que se le impongan.
Estas dos concepciones están en debate en la lucha contra la minería contaminante en las provincias cordilleranas, en Gualeguaychú y, también, en las causas de la contaminación de las Cuencas Reconquista y Matanza- Riachuelo.
Otro punto de vista
Frente a la concepción de fijar intervalos aceptables a algunos contaminantes, existe otra concepción distinta: el enfoque precautorio. Este enfoque surge de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992) que consagró, en su "Declaración de Río", una serie de principios esenciales al desarrollo sostenible.
Uno de ellos es el denominado "principio o enfoque precautorio" que, frente a una eventual obra o actividad con posibles impactos negativos en el medio ambiente, permite que la decisión política que no da lugar a su realización, se base exclusivamente en indicios del posible daño sin necesidad de requerir la certeza científica absoluta.
Es decir, en este caso, existe inversión de la carga de la prueba. No son los afectados los que deben demostrar la contaminación, sino la empresa debe demostrar que no contamina ni contaminará.
Aquí se considera todo elemento nuevo, analizando sus efectos económicos, pero incluyendo los impactos sociales y ambientales, a largo plazo. Es lo que se denomina sustentabilidad económica, ambiental y social.
En lo económico se considera no sólo la ecuación de ganancias de la empresa sino lo que se aporta en trabajo y mejora de la calidad de vida de la población
En vez de preguntar ¿qué nivel de daño es aceptable?, un enfoque precautorio pregunta:
1.- ¿es realmente necesaria esta actividad? ¿qué beneficios y perjuicios implica?
2.- ¿cuáles son las alternativas para este producto o actividad?¿cuáles son más convenientes?
3.- ¿cuánta contaminación puede evitarse?.
Un emprendimiento sustentable no necesita estos monstruos industriales. Un proyecto de país independiente, como en nuestro caso, necesita otro desarrollo industrial.
Sobre el tamaño de las empresas que conviene construir en nuestros países oprimidos hemos sostenido más de una vez la necesidad de establecimientos de menor envergadura y diseminados. Por razones de defensa nacional el desarrollo industrial no debe ser como el pino que crece mucho en altura pero que se cae fácilmente ante la primer tormenta, ante la primer agresión externa, debe ser como el césped, diseminado y difícil de destruir y más adecuado a la defensa nacional ante las agresiones imperialistas inevitables que tendrá un país oprimido que quiere ponerse de pié. Es decir, la construcción de pocas y grandes empresas hace frágil ese desarrollo ante las potenciales agresiones, por eso un desarrollo industrial adecuado debe balancear gradualmente la distribución geográfica industrial.
El tipo de tecnología aplicable también tiene que ver con esto. La moderna concepción de “tecnología apropiada”, postulada por investigadores de la OMS y la OIT, es aplicable aquí. Esta se define como una tecnología científicamente válida, técnicamente eficaz pero se agrega la exigencia de que sea socialmente aceptable. Este último ítem significa, para nuestros países dependientes, que sea una tecnología que responda a un proyecto de independencia nacional y satisfacción de las necesidades del pueblo.
El tipo de industrias tiene que ver, también, con la disminución de desechos. A menudo vemos movilizaciones populares oponiéndose a la instalación de lugares de enterramiento de desechos urbanos. El aumento de los desechos tiene fundamentalmente que ver con una industria donde predomina lo descartable. Este tipo de producción centra en la posibilidad de compra de una parte minoritaria de la población que renueva permanentemente sus stocks mientras la mayoría no tiene acceso a ellos. Si se pensara en la satisfacción de las necesidades de todos debe encararse un tipo de producción de objetos durables y reparables. Lo que a su vez generaría empleos en el área reparaciones. El reciclado y la recuperación son parte de este concepto, más general, de tipo de industria.
Es decir, hay una unidad, una relación entre las esferas productivas, de distribución y de consumo.
Y en la decisión de qué y cómo se produce hay decisiones de política ambiental. A veces los costos aumentarán pero se evitarán otros costos en la forma de males sociales, viviendas destruidas, enfermedades evitables, etc.
Como se ve, desde esta concepción precautoria, la instalación de Megamineras o de Botnia en el Río Uruguay, es injustificable.
Por último, toda radicación en un área implica previamente una evaluación estratégica, a largo plazo, de los efectos en toda la región, no sólo de la zona aledaña.
Esto implica la necesidad (previa a toda acción que modifique el medio ambiente) de planes estratégicos de objetivos y fines de los ambientes implicados. El reciente desastre petrolero del Golfo de México puso esto a la orden del día. El objetivo al que está destinada un área es el que regula el riesgo aceptable. Se debate hoy que, en un área crítica para los EE.UU. como el Golfo de México, en la que se espera un riesgo cero, el riesgo debe ser menos de uno en un millón. Es decir, iguales condiciones probabilísticas que las que se fija para la esterilidad biológica.
Si esto vale para las potencias imperialistas ¿porqué no debe valer, también, para nuestros pueblos y países?
El debate económico
En última instancia, está también en juego una pregunta fundamental de la economía, cuya respuesta condiciona todo el desarrollo posterior.
¿El fin de la economía es estar al servicio de la ganancia o de las necesidades de los pueblos (incluyendo la independencia de los países a los que pertenecen)?.
Existe, además, una versión desarrollista que supone que la existencia de estas inversiones extranjeras provocarán un desarrollo industrial que a la larga significará mejora en las condiciones de vida de la población. Como se ve, es un nuevo matiz en la teoría del derrame, de la visión liberal, por la cual era loable el enriquecimiento de unos pocos ya que esa riqueza al fin se derramaría sobre los más pobres. Cosa que nunca ocurrió.
Esta teoría supone que, siendo nuestros males originados en ser productores de materias primas, la industrialización por la vía de la inversión extranjera provocaría el desarrollo que mejoraría las condiciones de vida. Se ignora que está totalmente demostrado que esta inversión se lleva más de lo que deja. El caso de las mineras, que están hasta libres de impuestos y sólo dejarán contaminación, es un ejemplo. Otro es el drenaje en ganancias trasladadas al exterior y el agotamiento de reservas de la industria petrolera privatizada en Argentina.
La frase “no importa el color del gato con tal que se coma el ratón” de Deng Tsiao Ping, artífice de la China actual, socialista de palabra e imperialista en los hechos, es la síntesis de esta teoría.
Pero resulta que el color del gato importa si nos planteamos una Argentina soberana y de democracia grande.
Desde la concepción de la opresión y la dependencia nacional se admite minería contaminante como Pascua Lama que dejará contaminación ambiental y destrucción de los glaciares. O, en el caso de Andalgalá, el intento de hacer desaparecer pueblos. O, ahora, en Famatina.
El veto, por parte del Poder Ejecutivo, a la ley de defensa de los glaciares demuestra como los poderes políticos se subordinan a los intereses de grandes grupos económicos, aunque lesionen el medio ambiente y perjudiquen a las poblaciones.
Ocurre que el imperialismo no es sólo un factor externo de opresión que se pone de manifiesto en el deterioro de los términos de intercambio. Es además un factor interno de opresión de las potencias imperialistas, aliadas a sectores del empresariado de intermediación y terratenientes, que son nativos pero no nacionales.
Esta concepción es hija de la llamada teoría del desarrollo de las fuerzas productivas que fructificó en la URSS cuando abandonó la concepción socialista. Se abandonó la concepción para la cual el elemento más importante de las fuerzas productivas de un país es el hombre y no las máquinas. O, como decía Ramón Carrillo, que en el hombre argentino reside la verdadera Nación.
La concepción neo – desarrollista (que se expresa en el actual gobierno y en opositores) siempre está dispuesta a subordinarse a las potencias y busca agradarlas con la idea de integrarse al mundo globalizado y recibir inversiones extranjeras como vía de desarrollo.
Es la ideología del empresariado de intermediación, no del empresariado nacional.
Es la que está atrás de inversiones como las de la megaminería o la de Botnia en Uruguay y tantas similares en Argentina.
Esto explica que sectores del gobierno y de la oposición estén molestos con el protagonismo de los pueblos contra la contaminación del aire, las aguas y la tierra.
Y que se generen permanentemente proyectos similares en la minería, en el petróleo, etc.
La participación protagónica de los pueblos es imprescindible para una política ambiental de independencia nacional.
Esto ha sido defendido como una propuesta en la ONU. En efecto, el Principio 10 de Rio 92 establece que “El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población poniendo la información a disposición de todos. Deberá proporcionarse acceso efectivo a los procedimientos judiciales y administrativos, entre éstos el resarcimiento de daños y los recursos pertinentes”.
Es preciso que los sectores verdaderamente patrióticos y progresistas hagan suya la causa de los pueblos en lucha contra la contaminación ambiental. Esto significa, hoy, solidaridad en la lucha de los pueblos contra la Megaminería contaminante.
La lucha ambientalista y Malvinas
En su reciente discurso del 25 de enero de 2012 la Sra. Presidente dijo:
“Y la verdad, una cosa que también me llamó la atención y que nunca me había dado cuenta, pero miré desde estos 20 días en que uno puede reflexionar: la verdad que no he escuchado a ninguna ONG ambientalista hacer críticas al Reino Unido por lo que están haciendo en Malvinas, ni de las nacionales ni de las internacionales. (APLAUSOS)”.
“La verdad me gustaría que con la misma fuerza, con el mismo sentimiento que defienden tantas causas nobles, defendieran también. Porque es raro, ¿no?, no escuchar, es raro, explotación petrolera sin control, puede haber un derrame, depredación pesquera. O sea, me encanta que defiendan las ballenas porque son divinas, pero sería bueno que también defendieran todos los calamares y todas las cosas que se están llevando de allí que están realmente depredando. (APLAUSOS)”
En momentos en que la lucha de los pueblos cordilleranos contra la Megaminería llena páginas de los diarios y horas de los medios radiotelevisivos, la frase resulta, por lo menos, desafortunada.
O, tal vez, denota mala información por parte de la Sra. Presidente.
Porque hay dos cuestiones que debiera saber la Sra. Presidente:
1.- que el proyecto de Famatina se realiza violando o no teniendo en cuenta la ley de defensa de los glaciares.
2.- que la empresa implicada en el Famatina tiene intereses en la explotación en la zona de Malvinas.
Ambas cuestiones se entrelazan. Y al que no se le escuchan manifestaciones contra la Megaminería contaminante es al Gobierno Nacional que, por otra parte, tiene un tratamiento bastante condescendiente con las empresas inglesas que operan en la parte continental de Argentina (mineras, petroleras, financieras, terratenientes, etc.).
A confesión de parte relevo de pruebas. Dijo la Sra. Presidente en el mismo discurso, refiriéndose a las empresas inglesas que operan sin problemas en el país:
“Porque inclusive, acá tengo informes que me hizo Débora Giorgi, la ministra de Industria, de principalísimas empresas del Reino Unido que trabajan en Argentina como la British Petroleum, que es accionista de Paramerican Energy, la Royal, la Easy, ex Duperial, todas las mineras, como Río Tinto, Alexander Mins, Patagonia Gold, HSBC, Standar Gold, Glaxo, Unilever, British Telecom, en fin, pilas de empresas inglesas que están trabajando desde hace muchísimo tiempo aquí en la República Argentina. O sea, ¿cómo es que nos tienen miedo, somos tan malos? Si somos tan malos no deberían venir.
Así que, me parece que el Primer Ministro debería revisar o tener una charlita con los empresarios y los CEOs de estas empresas para que le comenten cómo somos los argentinos.
Es más, desde el año 2003 hasta la fecha, ha habido adquisiciones totales o parciales por parte de 18 empresas argentinas por parte de empresas británicas también.”
Los pueblos salvarán a los pueblos
Estamos ante un problema ambiental inseparable de qué proyecto de Nación tengamos.
Sólo si los pueblos se unen para tomar en sus propias manos la defensa del Medio Ambiente, como parte de su lucha por la defensa del patrimonio nacional y de su derecho a una vida digna, se podrán resolver estas cuestiones.
Es preciso un proyecto de Argentina independiente donde se defiendan nuestras aguas, nuestra tierra, nuestro espacio aéreo y lo más importante del patrimonio nacional: nuestras mujeres, nuestros hombres y nuestros niños. Y su futuro.
Horacio Micucci – 28 de enero de 2012.
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