Por Alejandro Bercovich
Un seminario organizado por multinacionales mineras para lavarle la cara al sector más polémico del país terminó a los gritos cuando se empezaron a escuchar argumentos sobre sus privilegios impositivos y sus riesgos ambientales. Uno de los periodistas invitados a “debatir”, colaborador de PlazaDeMayo.com, fue acusado de “ignorante”, “unitario” y “retrógrado” por algunos de los empresarios y por funcionarios de la Secretaría de Minería, que volvió a descalificar las protestas.
No suelo escribir en primera persona, pero esta crónica será la excepción para facilitar la lectura y porque me tocó ser uno de los protagonistas. La historia transcurrió el miércoles pasado (16 de noviembre) en el hotel Panamericano, frente al Obelisco, donde la revista “Panorama Minero” –financiada por las multinacionales del sector y sus proveedores– convocó a un seminario para debatir sobre “comunicación sustentable”. La búsqueda que sobrevolaba el encuentro era la de una estrategia comunicacional más efectiva para combatir mejor la resistencia que genera la megaminería en los pueblos donde se la busca implantar. Por eso los organizadores invitaron a exponer a periodistas de varios medios de circulación nacional y no sólo a quienes suelen reivindicarla de manera más o menos explícita, por convicción o por interés.
El secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral, inauguró el encuentro con media hora de descalificaciones a los cuestionamientos de los expertos ambientalistas y a los vecinos de Catamarca, San Juan, Mendoza, Santa Cruz, Neuquén y otras provincias que se oponen a la megaminería trasnacional. También dejó una velada amenaza a los hombres de prensa, a quienes nos avisó que esta vez teníamos “todo el público en contra”. Los 200 ejecutivos, funcionarios, ingenieros y geólogos que colmaban el segundo piso del Panamericano rieron y le festejaron la humorada.
Días antes del acto, cuando me convidaron a integrar el panel de hombres de prensa, yo había avisado que mi posición era crítica y que quizás eso les resultara incómodo. Les recordé que ya en 2005 había escrito esto http://www.pagina12.com.ar/ diario/suplementos/cash/17- 2088-2005-10-02.html en Página/12 y luego notas del mismo tenor en El Cronista, Crìtica y BAE. Respondieron que era mejor, para que hubiera “más pluralidad” en las ponencias. Pero el animador del evento, Claudio Rígoli, avisó al comenzar la charla que los periodistas estábamos para “hacerles preguntas” a los gerentes de las mineras, ubicados en otro panel en el mismo salón.
La maniobra era evidente: mostrar hacia fuera “diálogo” y “pluralismo”, aprovechando el rol de fiscales que la sociedad nos asigna (la mayoría de las veces, injustamente) a los periodistas. Por eso interrumpí la ronda de preguntas y pedí cinco minutos para hablar de los datos que se estaban soslayando. Cité datos del libro “15 mitos y verdades sobre la minería trasnacional en Argentina”, que acaba de editar el colectivo Voces en Alerta, y recordé que en los hechos, las mineras gozan de un régimen impositivo privilegiado que ningún otro sector de la economía siquiera se atrevería a soñar. También cité a Miguel Bein, uno de los consultores más cotizados de la City, quien opinó en unas Jornadas del Banco Central que las multis se limitan a “cortar pedazos de montaña y llevárselos, sin dejar nada en el país ni en las regiones que explotan”.
Los datos de “15 mitos…” son irrefutables. Allí se detalla, por ejemplo, cómo nuestros países subsidian ecológicamente a las potencias del Norte permitiendo el uso de tóxicos prohibidos en las naciones que terminan consumiendo los metales extraídos al Sur del mundo. También se desarticula el verso de la “creación de empleo” y los “encadenamientos productivos”. En Chile, país donde los minerales explican el 63% de las exportaciones, el sector sólo emplea al 0,8% de la población ocupada.
Hechas las denuncias del caso, sin ánimo de convencer a nadie allí, insistí en que no tenían que convocar a periodistas para debatir, sino a los vecinos de las asambleas ambientales y a los académicos que estudian los efectos de la minería en el ambiente y en las sociedades afectadas, como Maristella Svampa, Norma Giarraca, Miguel Teubal y los demás autores de “15 mitos…”. Que yo no estaba ahí para legitimar a nadie y que la resistencia de los pobladores me parecía completamente lógica, incluso pese a retrocesos como el de San Juan, donde José Luis Gioja logró la re-reelección por amplio margen, con la Barrick Gold como virtual compañera de fórmula.
Los gerentes del panel se peleaban por salirme al cruce. El CEO de La Alumbrera, Julián Rooney, me acusó de “no saber leer un balance” por haber dicho que la mayor minera del país facturó 1.500 millones de dólares el año pasado y se los llevó del país. “Eso es la facturación, no la ganancia”, retrucó, sin responder a ninguno de los demás argumentos. A su lado, el geólogo y lobbista Patricio Jones, ejecutivo de varias multinacionales, hacía gestos de “te lo cogiste” sin ocultarlos al auditorio.
Lo más agresivo fue lo del presidente del Grupo de Empresas Mineras Exploradoras (Gemera), Julio Ríos Gómez, quien me acusó a los gritos de “mirar la economía desde el puerto” y de “desconocer la realidad del interior”. Ante mi advertencia de que me retiraría si el debate era una simple descalificación, redobló la apuesta: “Vos hiciste sonar la campana, flaco, ahora no te quejés”.
Mayoral se había retirado tras su discurso de inauguración, pero los funcionarios que seguían presentes defendieron la postura de los empresarios. No en vano el funcionario kirchnerista se había referido a ellos como “el sector al que represento”. Del resto del panel de periodistas, el único que pidió la palabra para pedir mesura y responder a los mineros fue el jefe de Negocios de El Cronista, Horacio Riggi.
Tras la catarata de improperios y gritos que se sucedieron, inusuales en ese tipo de eventos, una docena de ejecutivos que habían observado el cruce se acercaron para invitarme a visitar sus explotaciones y mostrarme allí que “no son tan malos”. Los organizadores también me enviaron una carta para agradecerme y avisarme que habían invitado a “varias ONGs ambientalistas”, pero que “pocas habían participado”. Les recomendé que hablaran con Svampa, quien antes me había confirmado por teléfono que jamás fue convidada a debates cara a cara con las compañías del rubro.
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