El plan IIRSA y las complicidades de los gobiernos nacionales de Nuestra América con las empresas transnacionales, son la base de las lógicas de despojo a nuestros pueblos de sus bienes comunes. Las rutas del saqueo y la contaminación en Nuestra América. Por Indymedia Córdoba para Boletín Derechos Humanos
América Latina, años ’70: inicia el Plan Cóndor para imponer en el continente, con dictaduras militares y terrorismo de estado, un proyecto de capitalismo neoliberal.
Brasilia, año 2000: 12 presidentes sudamericanos firman la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que “permite disponer, controlar y centralizar los acuíferos y cursos de agua, los minerales críticos y estratégicos, el 75% de la biodiversidad del planeta, la bastedad y fertilidad territorial y la capacidad energética”. Es el proyecto más ambicioso para el continente, flaqueado por los negocios que impulsa el Área de Libre Comercio de las América, el Plan Puebla Panamá, el acuerdo de libre comercio NAFTA y otros Tratados de Libre Comercio y convenios plurinacionales. La única finalidad es la acumulación de materia prima y bienes comunes agotados en los territorios de los países desarrollados para consolidar la permanencia del poder capitalista, ya que “sin manganeso, cromo, platino y cobalto; no pueden existir: automóviles, aviones, motores de reacción, satélites, proyectiles y aparatos electrodomésticos.” Sin dudas, estos proyectos aumentan con creces el endeudamiento y sometimiento de nuestros pueblos. Para ello, se desarrolla por el continente una monstruosa criatura tecnológica, la IIRSA, que se extenderá amparada por una legislación ambiental débil y por facilidades económicas de insumos imprescindibles como el agua y la energía. Megaproyectos de infraestructura para el saqueo y traslado de estas “materias primas y bienes comunes” sostenidas por infinitas redes de telecomunicaciones. La IIRSA es presentada e impulsada por el Banco Interamericano de Desarrollo y será financiada por la Corporación Argentina de Fomento, banco público con 17 países miembros, 16 bancos sudamericanos y un capital de 5000 millones de dólares; el Fondo Financiero para la Cuenca del Plata (FONPLATA) que integra: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil. La IIRSA es una reorganización geográfica-política-económica del continente, donde trasnacionales y traslativas, desde sus lejanos despachos, rediseñan y perpetúan las venas abiertas de nuestros territorios para continuar con el saqueo de los bienes comunes y de la vida en su afán de dominio y acumulación. Embriagados por las migajas, los gobiernos de turno entregan el Estado para hacer posible la IIRSA y demás tratados. Ensamblan las piezas de los verdaderos transformer del siglo XXI. Políticas represivas como la ley antiterrorista, el aumento de las fuerzas de seguridad que desalojan poblaciones enteras; persecución y represión a movimientos populares, criminalización de la protesta social y judicialización de activistas; políticas educativas que delinean planes de estudios para la formación de técnicxs e investigadorxs, mano de obra calificada entregadora de la tierra, agua y aire; políticas comunicacionales destinadas a invisivilizar los tentáculos de la IIRSA y suscitar el aplauso de los megaemprendimientos de infraestructura, servicios y radicación de empresas. Mientras sostienen el discurso de la palabra única disfrazada bajo el derecho a la información; políticas militares que impulsan la instalación de bases militares extranjeras, invasiones, guerras y ejercicios conjuntos.
Un ejemplo: el Eje Capricornio que impulsa el IIRSA entre Chile, Argentina y Paraguay articula Antofagasta (Chile), Paso de Jama (Jujuy), Resistencia (Formosa) y Asunción (Paraguay) para la salida de la producción del noroeste argentino al Pacífico. Inversión de 526 millones de dólares para ampliar los puertos de Mejillones y Antofagasta en Chile, pavimentar accesos a pasos de frontera de Jama, Jujuy y Chile, y a la rehabilitación del ferrocarril Belgrano para las mineras, madereras y sojeras.
Sin embargo, en este macrocontexto de contaminación y muerte, explotación capitalista, dominación neocolonial y patriarcal, hoy como ayer se sigue librando la batalla por la plena vigencia de los Derechos Humanos.
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