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En un barrio en las afueras de Buenos Aires, un hombre y un menor recolectan residuos entre la basura que luego venden a mayoristas.
Organizaciones sociales dicen que 20% de los 40 millones de argentinos es pobre y no tiene vivienda.
EFE
Buenos Aires, Argentina
En un país como Argentina, capaz de producir muchos más alimentos de los que necesita, millones de personas pasan hambre y muchos niños mueren de desnutrición.
El avance de la pobreza es una realidad innegable, pero establecer su magnitud es difícil porque las cifras que da el Gobierno no coinciden con las de analistas privados, organismos civiles y la Iglesia.
“La característica de los hambrientos es su invisibilidad”, señaló Juan Carr, fundador de Red Solidaria, una organización de voluntarios surgida hace 15 años que hace de nexo entre las necesidades sociales y quienes las pueden cubrir, y que trata temáticas como el hambre.
“Se ha consolidado una pobreza estructural”, declaró Rolando Núñez, director del Centro Mandela, una organización de derechos humanos de la provincia de Chaco, especializada en políticas públicas.
Chaco, una de las provincias más pobres del país, es un claro ejemplo de estas discrepancias. Allí, el hambre se ensaña especialmente con los indígenas. La desnutrición conspira contra la educación de los niños, particularmente en zonas rurales.
Según datos oficiales, en Chaco los niveles de mortalidad infantil son de 17 por mil, similar a los registrados en 2008, afirmó Núñez.
13.000 hombres, mujeres y niños ingresan todos los días a Buenos Aires a recolectar residuosEn esa provincia del norte, habitada por poco más de un millón de personas, incluidos 70.000 indígenas, el 40% de la población está por debajo de la línea de pobreza y el 17% es indigente, valores muy por encima de los que maneja el Gobierno, señaló Núñez.
Por su parte, Carr afirma que en el país hay un mínimo de ocho millones de personas (20% de la población estimada en 40’134.425) que no tienen vivienda, salud, educación y trabajo, lo que técnicamente se llama pobres. Entre esos ocho millones hay un piso de 2,3 millones que no tienen garantizada su comida: son indigentes.
El Movimiento Nacional de Cartoneros, que agrupa a las personas que se dedican a la recolección de residuos para reciclaje, como cartón y papel, informó que unos 13.000 hombres, mujeres y niños ingresan todos los días con carros o vehículos precarios al cinturón urbano de Buenos Aires a recolectar residuos que luego venden a mayoristas, unos 3.000 más que hace un año y medio.
Pero los cálculos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) de 2009, sostienen que la pobreza está en 13,9% y la indigencia en 4%.
El organismo ubica bajo la línea de pobreza a quienes no cubren el costo de una canasta básica que incluye alimento, educación, vivienda, salud y servicios, que se sitúa en 1.025 pesos (unos 277 dólares) para una familia tipo de cuatro miembros.
La Iglesia y entidades privadas como la Universidad Católica Argentina creen que al menos un 30 por ciento de los cuarenta millones de argentinos es pobre.
Uno de los problemas del Indec es que subestima la tasa de inflación, lo que tiene su correlato en el cálculo de la pobreza, ya que el costo de la canasta básica se calcula según el Índice de Precios al Consumidor, señaló la consultora Orlando Ferreres y Asociados.
Carr destacó lo escandaloso que resulta que, en un país productor de alimentos, “ocho niños mueran al día por causas relacionadas con la desnutrición”.
Argentina tiene capacidad anual para producir alimentos (granos y distintos tipos de carne) para su propia población y decenas de millones de personas más en el mundo, en este último caso a modo de exportaciones, según analistas agropecuarios.
Entre 2003 y 2008 el crecimiento fue mayor al 7% anual. Este año la economía argentina sufrió una desaceleración y cerró con un 0,7 por ciento de expansión, indicó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
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