Por Agencia Walsh y Contrapunto
[San Salvador de Jujuy, viernes 24 de julio]. La mañana de hoy, que no lograba despabilarse de una histórica nevada, precisó del toque de bombos y cajas legüeras para despertar de la modorra que le produjo la helada. Organizaciones sociales, campesinas, indígenas, murgas y grupos de teatro (ver aparte), entre otros, se concentraron en el Parque San Martín, de la ciudad capital de Jujuy, para marchar contra la minería a cielo abierto, el desmonte y la contaminación que estas prácticas producen. Unas mil quinientas personas llegadas de distintos puntos del país, caminaron y bailaron en honor a la vida, y por un futuro con tierras y cielos limpios de contaminación.
“Queremos chicha, queremos maíz, multinacionales: fuera del país”, comenzaron a cantar los y las representantes de los Pueblos Originarios, para que el grito hecho canción se hiciera eco en el resto de las voces.
El caminar se había demorado por el intenso frío. Lo que debió haber comenzado a las 9 de la mañana, se hizo movimiento recién a las 11. Pero la esperada marcha descontracturó los músculos de un cielo nublado para solearlo de banderas y bocas que se sonreían al encontrarse con un compañero o compañera de lucha.
La disputa por la vida se vuelve tan necesaria que viejos altercados nacidos desde el seno mismo de los estados, quedan atrás, pariendo viejas formas de solidaridad. Así es que el proyecto de explotación en los glaciares Pascua y Lama, en la frontera argentino-chilena, logró unir a los dos pueblos en una misma bandera y con una misma consigna fraternal: “Argentina-Chile, los glaciares no se tocan”.
Las caminadoras y caminadores, que habían encarado el andar por la Avenida Belgrano, sortearon varias calles hasta surcar el puente Gorriti y llegarse hasta la Secretaría de Derechos Humanos. Allí, el canto se elevó al grito de “fuera de Jujuy, fuera de Argentina, fuera la minera de América Latina”. En tanto, representantes de la comunidad de El Charcal (Juella, Jujuy), ingresaban a la secretaria para entregar un petitorio en el que piden el título de la propiedad comunal, debido a los constantes hostigamientos que vienen sufriendo desde hace un año. La intención de los hostigamientos, según expresaron, es transformar esas tierras en negocio. En ese sentido afirmaron que “la tierra no se negocia, y que hay que defenderla”.
Luego, la marcha retomó por la Avenida Gorriti hasta la casa de Gobierno. Entre toques de murga y cantos vidaleros, la multitud formó un semicírculo en torno a las escalinatas y escuchó las voces de un hombre y una mujer que derramaron un torrente de dignidad en palabras en ese centro de poder déspota. Hablaron que “este modelo que nos quieren imponer avasalla nuestra cultura y nuestras vidas”. Que “el campesino sin la tierra no es nada”. Y siguiendo esa línea de tierra o nada, una femineidad hecha voz y hecha firmeza, aseveró que “no nos amedrenta nada, no tenemos miedo a nada; esa es la consigna que nos da fuerza”. Así dijo, y ante la usurpación de las voluntades de los pueblos que producen alimento verdadero contra el alimento para ganado, dijo que “el pueblo es el que manda y el que va a decir qué queremos”.
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