23/06/09
Por Alfredo Grande
“la violencia saca lo que sobra y el amor pone lo que falta”
(aforismo implicado)
Carecen de alimentos mil 20 millones de personas, casi 10 veces la población de México
Sufre hambre uno de cada seis habitantes del planeta: FAO
La recesión económica, altos precios de víveres y combustibles agudizaron el problema
Uno de cada seis habitantes del planeta pasa hambre todos los días, la mayor cifra en la historia de la humanidad. No es que las cosechas hayan sido malas. La falta de alimento en las mesas de mil 20 millones de personas en todo el mundo -cerca de 10 veces la población de un país como México y casi el doble de la de América Latina- es provocada por la crisis económica, que ha causado a su vez una disminución en los ingresos de los más pobres y un alza en el desempleo. Así lo reveló un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) difundido este viernes.
El mayor número de personas que pasa hambre vive en Asia y zonas aledañas al Pacífico, con 642 millones, 63 por ciento del total. Pero en América Latina la situación se deteriora: hasta hace un año era la única región en que había habido señales de mejoría en los últimos años; a raíz de la crisis, el número de sus habitantes que padece hambre creció a 53 millones, un incremento anual de 12.8 por ciento, añadió el reporte.
Riesgo para la paz
“Por primera vez en la historia de la humanidad, mil 20 millones de personas, una sexta parte de la población mundial, padece hambre”, indicó la FAO. “Esta crisis silenciosa del hambre supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales”, planteó Jacques Diouf, director general del organismo, en un texto que acompaña el informe. Y también, según el reporte, es una muestra de que el actual modelo agrícola en el mundo “necesita cambios estructurales con carácter urgente”.
(Diario La Jornada, México 20/06/09)
(APe.-) Un paper de un organismo internacional podría estar escrito en sánscrito. O en lunfardo. Da igual. Por lo que hay para entender... Instalado en el nivel convencional encubridor, es decir, decir mucho para no decir nada, pero nada importante, las palabras se separan de las cosas. Un verdugo podría escribir un informe sobre la crisis que implica la pérdida de filo del hacha. O sea: hachas mal afiladas producen desgarros desprolijos, y el arte del buen corte puede perderse. El hambre es ese desgarro. No es tajante, es un lento y penoso goteo de vida miserabilizada. Los daños colaterales de las guerras contra inmensas poblaciones son demasiado evidentes. El hambre como arma de destrucción masiva de largo alcance tiene fortalezas y debilidades. Las primeras: tienen el discreto encanto de lo inevitable, malthus mediante; permite campañas artísticas-hipócritas para recaudar fondos para discos, películas, desfiles de moda, gourmet exhibition; convierte a los predadores en niñas de ayohuma, permitiendo la donación de los vueltos en las compras de los supermercados para que estén felices los hambrientos; las víctimas están prácticamente inutilizadas en su capacidad de enfrentar a los hambreadores, ya que el síntoma universal del hambre es la apatía, el desgano, el cansancio, el letargo. Las segundas: la visibilidad de las víctimas puede ser excesiva, sobre todo cuando los buitres revolotean sobre los cuerpos de moribundos; el contraste entre los banquetes opíparos de los hambreadores cuando discuten sobre el hambre, conlleva un contraste que puede ser políticamente incorrecto para los mass media, especialmente cuando miran TV comiendo pizzas, fideos con quesos cremosos, o aguas aparentemente potabilizadas. Los hambreadores saben que todo tiene un límite. Es decir, que como todo tiene un límite ese límite debe ser constantemente llevado hacia delante. El airbus caído, las focas desolladas vivas, algún psicópata al que se lo quiere hacer pasar por esquizofrénico, algún deslizamiento conceptual del diego, la sonrisa imposible de riquelme, el gran cuñado y la insoportable duda sobre quién es caricatura y quién es persona, todo eso sirve. Pero no sirve para siempre. Puede haber movimientos, intenciones, gestos, invocaciones, decisiones, y todo eso junto, que intente cambiar lo que es por lo que debería ser. ¿Quién les asegura a los saqueadores del planeta que el destino aciago del FMI, incapaz de predecir la crisis más brutal del capitalismo financiero, no sea seguida por la FAO y todas las malditas siglas que usan para esconder su inmundicia? Al bueno de Jacques le preocupa la amenaza a la paz y la seguridad mundiales. ¡Mon dieu! A lo que degradó aquellos que defendieron la liberté, egalité, fraternité. Paz que apenas es una eterna tregua entre expoliados y expoliadores, un pacto social perverso que algunos escriben pero que todos están obligados a firmar. Tregua que no es guerra, pero que mucho menos es la paz, a menos que sea la de los cementerios o la de la terapia intensiva unos segundos luego de desenchufar los aparatos. Tregua que tiene muchas más víctimas que cualquier guerra, incluso que la suma de todas las guerras de este siglo. La crisis económica aparece como una entidad, como una causa. En realidad, la crisis es la consecuencia de haber apostado al dólar. No lo escucharon al ministro de economía Whebe, el profeta huevo, una de las imágenes más decadentes del terrorismo de estado. “El que apueste al dólar va a perder”, dijo la mala bestia en su agonía. El dólar dejó hace tiempo de ser patrón, para conformarse con ser el lavacopas en un restaurant chino. Pero es un lavacopas maníaco, onda bipolar, que se las sigue creyendo, mientras todos los chinitos se ríen del “dolal”. Pero las apuestas de las timbas financieras mundiales siguen subiendo. La inyección de eso que llaman dinero, con el re descubrimiento del Estado Benefactor para los Ricos, permite recrear burbujas de recuperación, siendo el packaging afro americano del actual presidente de la américa del norte una de ellas. Pero si no es fácil tapar el sol con una mano, más difícil será tapar a 1020 millones de hambrientos con un dedo. Será necesario escribir al menos con dos dedos los papers que tengan la misma función que una carta de condolencias. Lamentamos informar del fallecimiento de millones de personas por padecer inseguridad alimentaria. Pero ellos, los hambreadores, saben que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Sacar a los millones de hambrientos del marasmo puede implicar que masas enloquecidas arrasen ciudades enteras. La FAO será totalmente impotente para controlar tarde lo que no quiso prever antes. Si para el hambre no hay pan duro, tampoco hay amenaza que detenga la necesidad de comida. Los saqueos del 2001 serán postales optimistas, y en una escala mundial imposible de imaginar, los cerditos burgueses serán servidos en opíparos banquetes de los desafiliados, los excluidos, los desperdiciados de la tierra. Vampiros, lycans y hambrientos se disputarán el cuerpo y la sangre del homo sapiens burgués para misas paganas. Después de las hipócritas encíclicas de la FAO, aparecerán las hipótesis del “hambre terrorismo”. Comer será subversivo, y comer abundantemente, crimen de lesa humanidad. No les interesa que la gente coma, les ha empezado a inquietar que cientos de millones y 20 millones más, se los coman. En este juego siniestro donde el lucro es un dado siempre cargado que sale del lado del capitalista, o una carta marcada para que el poder invierta nada y saque todo, la corporación está inquieta. “Al siete y medio, mato”. Y saldrán a matar, o mejor dicho, saldrán a seguir matando. Sin que podamos imaginarlo, quizá un ejército con los peores pertrechos conocidos, en paupérrimas condiciones físicas y psicológicas, en algún lugar lejano, mirado por asombrados buitres, está preparando formas diferentes de ayuda a las que la FAO alucina para los mil millones que agonizan. Y también para los 20 millones de más.
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